El continuo perfeccionamiento de las técnicas de la Transcomunicación
Instrumental -supuestos contactos con el Más Allá a través de medios técnicos-
ha permitido a sus seguidores construir una cosmogonía propia sobre la vida, la
muerte y el Más allá. Y según su filosofía, los seres que fallecen en la Tierra
experimentan un salto dimensional hacia un mundo semimaterial llamado Marduk,
situado en unas coordenadas espacio-temporales distintas a las terrestres.
Resulta poco menos que imposible el calcular cuantas personas en todo el mundo
están convencidas de que contactan con el más allá a través de un simple
magnetofón. Las psicofonías están siendo utilizadas desde hace décadas como un
medio sencillo de comunicar con personas ya fallecidas, proporcionando a miles
de familias una esperanza sobre la supervivencia a la muerte.
Mientras en España siempre se ha considerado a estas voces como el reflejo de un
"más allá" tétrico y poco acogedor, en otros países -especialmente los de
centroeuropa- se interpretó de manera bien diferente. Desde que el fenómeno de
las psicofonías alcanzó una cierta popularidad en la década de los setenta,
miles de personas comenzaron a experimentar con el deseo de escuchar las voces
de sus seres queridos ya fallecidos. Y se crearon asociaciones de
experimentadores, que editaban sus propios boletines y organizaban congresos
donde se debatían las mejores técnicas de pretendido comunicación.
A los magnetofones le siguieron otros medios técnicos que servían como soporte
para el pretendido contacto, como televisores, radios, teléfonos y hasta los
modernos ordenadores. Y a través de estos aparatos algunos experimentadores
aseguran haber obtenido abundante información sobre los más variados temas,
construyendo una filosofía propia basada en el contacto tecnológico con el más
allá, conocido con el nombre de Transcomunicación Instrumental (TCI).
Uno de los más activos experimentadores sobre la transcomunicación, es el
matrimonio formado por Maggy y Jules Harsch Firschbach. Comenzaron sus pesquisas
en 1986, a través del fenómeno de las psicofonías. A través de este método,
querían comprobar experimentalmente si existía una vida más allá de la muerte.
Los resultados no se hicieron esperar, y en unos pocos años fueron mejorando la
cantidad y calidad de sus equipos, incorporando radios, luces ultravioletas y
algunos ingenios electrónicos especialmente construidos para este fin. Los
objetivos de esta configuración de aparatos eran conseguir cada vez mejores
"comunicaciones" con el Más Allá. El primero de estos equipos, fue bautizado con
el nombre de "Europuente de señales" y permitió al matrimonio Harsch-Firschbach
obtener extensos discursos de sus interlocutores, que a veces llegaban a durar
varios minutos. Poco tiempo después, las propias voces les indicaron como
construir el GA-1, con el que pudieron entablar algunos diálogos con sus
misteriosos interlocutores.
A través de estos dos sistemas, de otro aun más perfeccionado llamado "Puente de
Burton", de mensajes telefónicos, imágenes de video y textos e imágenes grabados
espontáneamente en el ordenador; el matrimonio luxemburgués obtuvo abundante
información sobre esta particular punto de vista sobre la vida después de la
muerte. Pero no fueron los únicos.
Otras fuentes de información
Algunos años antes de que comenzaran las experiencias de Luxemburgo, en los
Estados Unidos se gestó otro ingenio para el contacto con el más allá. Con muy
corta vida, el Spiricom (Spiritual Comunication) permitió a Georges Meek,
artífice de este proyecto; y a su constructor William O'Neill, establecer
contactos con el Dr Mueller, un ingeniero en electrónica fallecido unos años
atrás. A través de las supuestas conversaciones con Mueller, se recibieron
numerosos mensajes donde se describía como es la vida en el más allá.
Otros investigadores en TCI especialmente americanos y centroeuropeos,
consiguieron contactos más o menos fluidos, donde pudieron conocer importantes
conceptos e imágenes sobre el supuesto mundo de los muertos.
Y como resultado de todos esos mensajes, comienza a tomar forma una filosofía y
una forma de entender la vida y la muerte, basada en los supuestos contactos con
el más allá a través de medios técnicos.
El Universo según la TCI
Los diversos aspectos que conforman la cosmogonía de la transcomunicación
instrumental es muy amplia y rica en conceptos.
El espacio donde residen los seres que alguna vez vivieron en la Tierra es,
según la TCI, en algunos aspectos concretos, algo diferente al que normalmente
concebían los espiritistas clásicos. Se trata de mundos también materiales donde
quien muere en la Tierra, renacería en este lugar, y adoptaría una nueva vida y
nuevas obligaciones, como un estadio más dentro de una progresiva evolución. Un
mensaje recibido por el matrimonio de Luxemburgo, ofrece algunas pinceladas al
respecto: "Nosotros tenemos un cuerpo como el suyo. El se origina sobre una base
de vibraciones más finas... Aquí no existen enfermedades; los miembros que
faltan crecen nuevamente. Los cuerpos que en su mundo estaban atrofiados, aquí
son regenerados".
Según los comunicantes de la TCI, los cuerpos sufren transformaciones
reparadoras, estabilizándose en una edad media aparente... "Las personas que en
la tierra mueren con edad avanzada, llegan aquí totalmente conscientes, después
de un sueño reparador. Ese sueño de reposo tiene una duración terrestre de cerca
de seis semanas. En algunos casos puede durar un poco menos. Los niños que
llegan son cuidadosamente recibidos y cuidados por sus parientes fallecidos. Los
niños crecen y continuan desenvolviéndose hasta alcanzar la edad media de 25 a
30 años. Vivimos en compañía de otras formas de vida, con seres humanos que
antes de la muerte física habitaban otros planetas...".
Este hipotético mundo donde residen los muertos, llamado Marduk, estaría ubicado
en un Universo paralelo, en una dimensión imposible de acceder en nuestras
coordenadas espacio-temporales. Así describen los interlocutores de la TCI a su
mundo: "Los paisajes son impresionantemente bellos... Cerca de sesenta billones
de humanoides se encuentran aquí, provenientes de todos los mundos existentes.
La amistad y la camaradería continuan siendo cultivadas."
En Marduk vivirían varios billones de seres, algunos fallecidos recientemente, y
otros hace siglos; de la Tierra y de otros planetas; como un lugar de paso hacia
otros mundos más evolucionados. Y es que desde el punto de vista de la TCI, la
evolución de los seres está marcada por un progresivo paso por mundos cada vez
más sutiles, hasta alcanzar las máximas cotas de evolución.
La comunicación con el Más Allá
La comunicación entre la Tierra y ese mundo paralelo, se establece por
iniciativa de los habitantes del otro lado, quienes han construido estaciones
emisoras, desde donde emitir sus mensajes.
La supuesta objetividad que presenta la tecnología como medio para transmitir un
mensaje, estaría subordinada a las capacidades psíquicas del operador, y por
supuesto a la voluntad de los comunicantes. Es por ello que los
transcomunicadores afirman que ningún equipo por si solo puede garantizar la
comunicación con el más allá. Así es que el conjunto formado por el equipamiento
electrónico y la psique humana -en especial sus pensamientos- serían el alma
mater de cualquier transcomunicación, formando lo que se conoce como Campo de
contacto.
Según la TCI, existirían en nuestro planeta doce puntos a través de los cuales
los comunicantes del Más Allá podrían -no sin esfuerzo- enviar objetos
materiales, tal como si fueran "aportes". Algunos transcomunicadores dicen
haberlos recibido (Maggy Harsch, por ejemplo).
Perspectivas de la TCI
Dadas las premisas y la evolución propia de la Transcomunicación Instrumental,
tanto en los aspectos puramente técnicos, como en los sociales y filosóficos, es
difícil predecir el futuro de esta disciplina. Muy especialmente cuando la
comunicación con seres fallecidos -y la propia existencia de una supervivencia a
la muerte- no llegan a subir el peldaño de la ciencia.
La TCI podría definirse simplemente como un conjunto de experiencias donde
existe una supuesta comunicación con seres ya fallecidos. Y el carácter
probatorio de estas experiencias se reduce -en el más propicio de los casos- a
una convicción personal de los protagonistas. Y es que con las herramientas de
la ciencia, la supervivencia a la muerte no encuentra -por lo menos de momento-
sus elementos probatorios.
Si los conceptos que se manejan en la TCI son correctos, el futuro podría
depararnos cambios radicales en muchos aspectos. Quizá comunicarse con los
muertos sea algo tan sencillo como encender una radio o un televisor.
De momento, solo así lo creen miles de familiares que encuentran alivio al dolor
de la pérdida de un ser querido; o buscadores que creen haber encontrado la
prueba de la supervivencia. Los fenómenos interpretados como una comunicación, o
las técnicas apócrifas y casi contraculturales que sustentan a la TCI, no
alcanzan -al menos por el momento- el rango de prueba. Y el tiempo dirá si se
trata de un contacto tecnológico con el Más Allá, o con algún rincón poco
conocido de la mente humana. Entretanto, la única alternativa parece ser la
experimentación y la investigación desapasionada. Por otros caminos -los
excesivamente simplistas o hiper crédulos- difícilmente se encuentran
respuestas.
Escrito por Carlos Fernandez