Hemos leído a los maestros de todos los tiempos contar que la verdad está
dentro de nosotros mismos, que nada existe fuera, sino dentro; incluso el Reino
del que Jesús habló a sus discípulos (cuya búsqueda se ha convertido en doctrina
universal) es un estado interno. Y es a ese estado interno al que los hombres de
todas las culturas y religiones han intentado llegar a través de diferentes
técnicas mentales: meditación, ayuno, trance hipnótico, respiración holotrópica
... y estimuladores externos como alucinógenos, psicofármacos, música chamánica,
etc.
Estos viajeros de la conciencia han regresado con el curioso mensaje que la
realidad que nosotros tomamos como cierta no es más que un mundo dentro de
mundos consecutivos, los cuales ?y en palabras del chamán mexicano don Juan
Matus- están ordenados como las capas de una cebolla. Si realmente, como
describía el antropólogo Carlos Castaneda, hemos sido condicionados para
percibir únicamente nuestro mundo y efectivamente tenemos capacidad de entrar en
otros mundos tan reales, únicos y absolutos como el nuestro, podemos encontrar
respuesta a una de las muchas incógnitas recogidas en la Biblia: ?oiréis y no
entenderéis, veréis y no conoceréis? (San Mateo 13,17).
Investigaciones científicas
En numerosas ocasiones hemos podido escuchar o leer que las posibilidades de
nuestra mente son ilimitadas. Sin embargo, sólo utilizamos aproximadamente el
diez por ciento de su capacidad: ¿Por qué?
La culturización del hemisferio izquierdo de nuestro cerebro ha relegado a un
segundo plano los procesos del hemisferio derecho, perdiendo la sensibilidad
?entre otras cosas- para contactar con esta conciencia multidimensional. Ya
sabemos que dentro de las funciones del lóbulo izquierdo residen las funciones
verbales y matemáticas. Este hemisferio se basa en el razonamiento lógico y
anatítico. El lóbulo derecho, por su parte, se ocupa del lenguaje del cuerpo
(gestos, movimientos faciales y corporales) y del reconocimiento de actividades
artísticas como la capacidad musical. Es sede de la intuición, de la capacidad
imaginativa y el temperamento artístico.
No está, por tanto, nada lejos de la verdad Daniel Cappan (profesor de
Psicología de la Universidad de Toronto) cuando afirma que ?la aparición del
lenguaje relegó el pensamiento intuitivo a una zona profunda del inconsciente
(...) pero ésta es una facultad innata que puede expresarse en todo momento?.
Evidentemente sólo falta que nos entrenemos para ello, pues esta facultad, como
ya veremos más adelante, está reservada para unos pocos.
El neurólogo Roger Sperry, premio Nobel en 1981, ya señaló que cuando el cerebro
funciona en su totalidad, utilizando la conciencia unificada de ambos
hemisferios, rinde más que cuando dispone de las propiedades de cada hemisferio
por separado. En el caso de los sueños lúcidos el soñador toma conciencia de
ser, es decir, somos conscientes de que soñamos. Pero esta sensación es muy
breve, como si en este estado alterado de conciencia que es el sueño lúcido no
pudieran coexistir conciencia y sueño (hemisferio izquierdo-hemisferio derecho)
juntos mucho tiempo.
Aunque en estado bastante embrionario, las investigaciones llevadas a cabo por
neurocirujanos sacaron a la luz que algunas partes del cerebro (especialmente la
corteza cerebral o materia gris) podían sufrir daños graves, como consecuencia
de un tumor, sin que ello provocara la pérdida de conocimiento. Sin embargo,
según el psiquiatra Ian Oswald, partes del cerebro muy pequeñas y situadas en la
parte inferior de éste (dentro del tronco cerebral), al ser aplastadas, aunque
fuera levemente, provocan siempre la pérdida del conocimiento.
Del virus que provocaba la encefalitis letárgica o enfermedad del sueño, que
azotó al mundo después de la Primera Guerra Mundial, se descubrió que afectaba
al tronco cerebral y no a la corteza o materia gris. La somnolencia se debía al
deterioro del funcionamiento del tronco cerebral. Por tanto, se desprende de
todo esto que existe una zona maestra ?ubicada en el tronco cerebral- que
controla el sueño y vigilia. En la actualidad, se cree que la pérdida de
conciencia se produce cuando la formación reticular deja de mandar suficientes
impulsos nerviosos hacia la corteza cerebral. Pero éste no es el caso del sueño,
ya que no debe ser considerado como un estado de inconsciencia. Durante parte
del sueño somos conscientes, no del mundo exterior que conocemos, sino de un
mundo interno o mundo de los sueños.
Chamanes
Cuando se habla de estados de conciencia alterada no podemos dejar de mencionar
el mundo de los chamanes. Éstos son hechiceros de alto rango diseminados por
Asia, América y África que participan de una serie de sueños y alucinaciones por
medio de los cuales pueden curar y/o acceder a otras realidades invisibles. A
través de estados de conciencia alterada (muchos creen ver enormes similitudes
entre los fenómenos atribuidos al sonambulismo y al ensoñar de los chamanes)
aseguran poder abrir compuertas energéticas y llevar su conciencia de ser a
otros mundos tan reales y contundentes como el nuestro, entendiendo como nuestro
el que todos percibimos como ?real?.
Los chamanes creen que una gran fuerza o fuerza excepcional presta conciencia de
ser a los recién nacidos (independientemente del organismo vivo del que se
trate) y al final de la vida, esa misma fuerza le quita a cada uno de los
diferentes seres, la conciencia de ser prestada y engrandecida por vivencias
individuales.
Estas personas que han aprendido a penetrar en las realidades invisibles sumidas
en un estado de trance autoprovocado, sobrepasan la percepción ordinaria del
mundo cotidiano y entran en contacto con una poderosa energía que describen como
increíble. Aseguran que estas visiones no son fruto de ninguna ilusión ni de los
caprichos de la fantasía. Aspiran a llegar al infinito siendo conscientes de
ello.
Para los chamanes, el tiempo (entendido como tiempo continuo espacial en el que
los eventos se producen en una sucesión aparentemente irreversible que va desde
el pasado hacia el futuro, a través del presente) es un pensamiento pensado. El
ser humano, siendo parte de ese pensamiento pensado por fuerzas inconcebibles,
todavía retendría un pequeño porcentaje de dicho pensamiento. Este pensamiento o
conciencia, normalmente se abandona en el momento de morir.
Esta reflexión podríamos enlazarla con lo que Jung denominó el inconsciente
colectivo, el archivo akhásico de los esoteristas o los campos morfogenéticos de
Rupert Sheldrake (donde la mente está en contacto con los demás seres a través
de una intrincada red de interacción), como si del sujeto entrara en capas de
conciencia colectiva donde hubiese una comunicación viva entre todas las cosas
del Universo.
Según el conocido psiquiatra transpersonal Stanislav Grof, la conciencia
individual no sólo se halla relacionada con el entorno inmediato que nos rodea y
con diversas épocas de nuestro pasado, sino que también nos conecta con
acontecimientos que trascienden el alcance de nuestros sentidos y que se
extienden hasta llegar a abarcar otros períodos de la historia de la naturaleza
y el Cosmos.
Algunos opinan que cada célula por sí misma tiene una conciencia primaria. El
antropólogo y brujo Carlos Castaneda, siguiendo las enseñanzas de don Juan,
afirmaba que los chamanes podían conservar su conciencia, que normalmente se
abandona en el momento de morir: ?Al cruzar el umbral ?explica- el cuerpo en su
totalidad se inflama de conocimiento. Cada célula se torna, al instante,
consciente de la totalidad del cuerpo?.
Hoy se sabe que las células tienen conciencia individual y que cada grupo de
células tiene, de alguna forma, una conciencia colectiva de grupo, menos
compleja, pero conciencia inteligente.
Estimuladores externos
El uso de plantas alucinógenas en el entorno de sanación y videncia se remonta
al origen de los primeros asentamientos en Mesoamérica. Definidos como
amplificadores de la conciencia, constituyen substancias psicoactivas que
provocan efectos sobre la mente y el entendimiento humanos. Plantas como el
derrumbe, mescalito, amanita muscaria (seta visionaria), cactus del peyote,
ayahuasca y yagé han sido utilizadas por los chamanes de todo el mundo para
potenciar las capacidades paranormales, como la videncia y la telepatía, que
dicen latentes en cada uno de nosotros.
Los ?viajeros de la conciencia? que han utilizado este tipo de substancias
enteógenas dicen haber recorrido espacios más lejanos de la tierra, más allá de
la Vía Láctea. Durante estos ?viajes? (que identificamos como los famosos viajes
astrales) explican haber entrado en contacto con otras civilizaciones y otras
entidades de orden espiritual que se han integrado con los elementos terrenales
de la naturaleza.
Para los jíbaros (habitantes del curso superior del río Amazonas), nuestro mundo
es un engaño, una ilusión que encubre la auténtica realidad sobrenatural. Los
habitantes de esta tribu acostumbran a ingerir una bebida alucinógena llamada
yagé. Esta droga desencadena realmente una capacidad paranormal que les permite
ver cosas y hechos que tienen lugar, a veces, a kilómetros de distancia
(bilocaciones).
La ayahuasca es una de las más poderosas plantas alucinógenas que se conocen y a
la que se le otorga la capacidad de conectar al ser humano con otras dimensiones
de la mente. La ayahuasca, que en quéchua significa la soga del muerto,
pertenece a la familia de las malpigiacias y contiene un alcaloide llamado
banisterina. Este alcaloide tiene como principio activo la telepatina, que no
provoca adicción.
Junto con el peyote mexicano, estas substancias son capaces de anular el mundo
del lenguaje tal y como lo conocemos, pero sin disminuir la capacidad de
recordar o pensar. Las impresiones visuales y los colores se intensifican y las
relaciones espacio-temporales desaparecen (al menos de la manera como las
concebimos). Volvemos a ver las cosas ?con la mirada de un niño?, y además de
las facultades extrasensoriales antes mencionadas y del acceso a mundos
inusitados, se nos revela un conocimiento total sobre la existencia.
El descubrimiento ?a finales de los cuarenta, primeros de los cincuenta- del
ácido lisérgico (el famoso LSD), llevó a los hombres y mujeres occidentales a
encontrar en las drogas psicoactivas un apoyo para acceder a estos estados de
conciencia que la civilización moderna, atrapada en la realidad material, le
negaba. Se multiplicaron las investigaciones sobre los límites de la percepción
ordinaria y los científicos empezaron a contrastar que los fenómenos que
describían chamanes, brujos y magos; se correspondían con las experiencias de
psiquiatras, psicólogos, pacientes de psicoterapia o enfermos terminales.
Actualmente el MDMA (más conocido como éxtasis) es la droga favorita de los
buscadores espirituales de la Nueva Era y yuppies. Su consumo, amén de multitud
de efectos secundarios, perturba gravemente los sistemas químicos del cerebro,
afectando a las terminaciones de las células cerebrales básicas conocidas como
axones. Según George Ricaurte, neurólogo de la Universidad John Hopkins ?cuando
estas células vuelven a crecer al cabo de meses, lo hacen de forma anormal.?
Apostamos para que Occidente despierte su conciencia sin el empleo de drogas
enteógenas, utilizando, en este ejercicio de introspección, técnicas tales como
el canto o el baile, tambores, música chamánica... El uso de determinadas
prácticas ascéticas como la meditación, el ayuno y los momentos de recogimiento
nos ayudarán a evolucionar hacia esas otras realidades invisibles. Quizás así, y
sólo así, podamos ?como decía el físico francés Patrick Drouot- aprender a
generar puertas dimensionales con nuestro cerebro, permitiéndonos acceder a
otros niveles de conciencia ?superiores?, requisito indispensable para la
evolución de la especie humana.
Escrito por Silvia Velando