Encarnación Guardia Moreno, contaba con 36 años cuando decidió someterse a un
ritual exorcista creyendo que un diablo poseía su cuerpo. Ese ritual le costaría
la vida. Sucedió en el Albaicín granadino, el 1 de febrero de 1990.
Encarnación había sido invitada a una sesión de espiritismo por una tía suya que
aseguraba tener dones de mediumnidad y comunicarse con una entidad que "hablaba
a través de ella". Ese día, el espiritista sería un curandero conocido como
Mariano Vallejo "El Pastelero".
En el transcurso de la ceremonia, éste dijo que "veía" como un ser demoníaco
estaba intentando apoderarse del cuerpo de Encarnación, y la mujer se fue a casa
asustada.
A pesar de su escepticismo inicial, la idea la fue obsesionando poco a poco,
hasta el punto de "sentir algo raro en el interior". Sus dos primas, también
asiduas a las sesiones espiritistas, no tuvieron dificultad en convencerla que
volviese al lugar para que el Pastelero expulsara al ser, y así librarla del
demonio.
A las cuatro de la tarde del día siguiente, al ver que no regresaba a casa, una
de sus hermanas acude a buscarla preocupada a casa de sus primas, pero una vez
allí no la dejan entrar diciéndole que "no debía interrumpir la sesión". La
mujer cuenta lo ocurrido a su padre, y ambos acuden otra vez a la casa. Al
entrar, y para su sorpresa, encuentran el cuerpo de Encarnación desnudo y
amoratado en el suelo en medio de un charco de sangre...
Rápidamente, el cuerpo malherido es trasladado a un hospital granadino e
ingresando en Cuidados Intensivos, pero fallece al día siguiente a consecuencia
de un edema cerebral, por una gran cantidad de sodio ingerida que había afectado
a su sistema nervioso.
El hecho es inmediatamente denunciado a la policía, que detiene como presuntos
culpables de un delito de homicidio a Mariano Vallejo, a Enriqueta e Isabel
Guardia Alonso, primas de la fallecida, y a Josefa Fajardo, su sobrina, aunque
investigaciones posteriores darían como resultado la implicación de más personas
acusadas de complicidad, como María Alonso Vaca, la propietaria del apartamento.
Enriqueta, una de las personas que presenciaron el brutal crimen, asegura que
antes de la muerte de Encarnación todos estaban aterrorizados, pues ésta repetía
constantemente "presa de un ataque de histeria y gritando como una verdadera
poseída que era la esposa de Lucifer, y que iba a engendrar al demonio si no la
ayudaban".
Esta actitud de la víctima que según los informes médicos era producto de una
depresión nerviosa, fue interpretada como una posesión demoníaca, y la mujer
empezó a ser sometida a numerosas torturas, cada una más brutal que la otra, con
la finalidad de impedir que naciese tal diablo.
El macabro exorcismo se desarrollaría en tres etapas:
En un principio, Encarnación se vio obligada a ingerir una pócima compuesta por
250 gr. de sal diluida en agua, bicarbonato y aceite, lo que le produciría un
coma profundo del que no llegaría ya a salir.
Después, el mismo Pastelero le propinó una brutal paliza lesionándola por todo
el cuerpo además de golpearla lanzándola varias veces contra la pared.
Y para concluir la ceremonia, acompañado por una de las familiares de la víctima
procedió a la expulsión del demonio... destrozando el recto de la "poseída" con
una barra de hierro y desgarrando con sus manos la vagina para extraeerle el
paquete intestinal, según sus propias palabras, con el propósito de "desprender
del interior de su cuerpo el engendro de Satanás".
En este singular caso lleno de hipótesis y contradicciones para justificar su
causa, además del exorcismo, se ha barajado también la posibilidad de que la
víctima estuviese embarazada de seis semanas y el supuesto ritual no fuese más
que un aborto casero. La autopsia rechazó está explicación al determinar que la
víctima no estaba embarazada.
Por otro lado, se cree que todo fue un acto de sadomasoquismo llevado a un
límite demasiado extremo, entre la víctima y el Pastelero. Algunos familiares
hablan de las inclinaciones masoquistas de Encarnación, y todo el pueblo conocía
al hombre como una persona extremadamente violenta.
El juicio, considerado como uno de los más famosos en la crónica negra, daba
comienzo el 15 de enero del año 1992 con las declaraciones de los acusados.
Debido a las constantes contradicciones, el reparto de las culpas no quedó en
esos momentos claramente definido. Vallejo admitió haber realizado las prácticas
exorcistas a petición de los familiares de la víctima y siguiendo las
indicaciones de Encarnación, que le iba indicando cada uno de los pasos que
tenía que dar para conseguir la expulsión demoníaca.
También acusó a Enriqueta e Isabel de haber sido quienes convencieron a la
víctima a comparecer en el ritual, además de estar presentes y haber preparado
la pócima de sodio. Pero éstas negaron toda participación, acusando a su vez al
Pastelero de haber forzado a la víctima a someterse al macabro ritual.
Josefa Fajardo reconoció haber sido la encargada de introducirle la mano por el
ano a la víctima y pincharle la vagina con una aguja caldeada al fuego,
afirmando que todos habían contribuido a la "expulsión".
Finalmente, tras varias sesiones de juicio, la Audiencia Provincial de Granada
pidió un total de 5 años de prisión para los principales inculpados, por delito
de lesiones con resultado de muerte por un lado e imprudencia temeraria por otro
(al no haber intención de matar a la persona, no se puede considerar como un
delito de homicidio). Para María Alonso, se solicitaron 2 años y medio de
arresto por no haber impedido la comisión de los delitos.
Además, también se reclamó una indemnización de cuatro millones de pesetas para
cada uno de los dos hijos de Encarnación.
Escrito por Pili Abeijon