Nota de redacción:
Este artículo está fundamentado en el libro "11-S Historia de una infamia, las
mentiras de la versión oficial" de Bruno Cardeñosa. Publicado por la Editorial
Corona Borealis.
"El 11 de septiembre no se estrelló un avión de pasajeros contra el Pentágono."
Así lo aseguran numerosos investigadores que cuestionan las tesis oficiales
sobre los atentados más sangrantes jamás ocurridos. ¿Qué pasó realmente en
Washington? ¿Existió una trama oculta detrás de los hechos? ¿Quién se benefició
de las especulaciones bursátiles detectadas en los días previos a la tragedia?
¿Nos han contado toda la verdad? Este reportaje ofrece las respuestas a todas
estas cuestiones.
Atta, Mohammed Atta . Un islamista de tomo y lomo. Un fanático. Un musulmán de
33 años que seguía a rajatabla la Ley coránica, y que en nombre de Alá estuvo
durante varios meses preparando el más atroz de los atentados que recuerda la
Historia. Que trazó con la frialdad del más irracional de los creyentes un plan
meticuloso para secuestrar un avión de pasajeros en pleno vuelo, modificar su
ruta y estrellarlo contra el edificio más emblemático del planeta. Que se había
entrenado para ello en varias escuelas de aeronáutica. Que no le importaba
sacrificar miles de vidas, si era por glorificar a su dios y a su jefe, Osama
Bin Laden . Que ni tan siquiera se planteó que para lograrlo debía inmolarse? En
nombre de Alá.
Sólo dos días después de la tragedia del 11 de septiembre, el FBI señala la
existencia de 19 pilotos suicidas como responsables de los atentados, entre
quienes estaba Mohammed Atta. De inmediato, las cábalas le apuntan como uno de
los hombres clave de la operación orquestada por Bin Laden. Al parecer -siempre
según el FBI- este atento observador de las palabras de Mahoma había aterrizado
el día de autos en el Aeropuerto Internacional Logan de Boston a las seis de la
mañana. Casi dos horas después, tal y como recogieron las cámaras de seguridad
del aeropuerto, se sube al vuelo 11 de Americam Airlines con destino a Los
Ángeles. Allí se encuentra con el resto de secuestradores, que toman los mandos
del Boeing 767, con 81 pasajeros a bordo, a las 8.15 horas. Sólo cinco minutos
después, modifican el plan de vuelo; se dirigen hacia Nueva York; giran a la
derecha, pican con maestría hasta situarse a tan sólo 300 metros de altura y
hacen chocar el avión contra la torre norte del World Trade Center? Son las 8.48
horas: la guerra ha comenzado.
Primeras dudas
Pero esta versión -la oficial- presenta extraordinarios agujeros negros. Por un
lado, Atta es un saudita del Golfo; allí, la terrible tradición de los
terroristas suicidas ha sido siempre defenestrada por el imperante wahabbismo ,
al contrario de lo que ocurre con los ciudadanos árabes del entorno palestino.
Por lo que sabemos, tampoco sus costumbres parecen las propias de un musulmán
que hacía del Corán su modo de vida. Un ejemplo: cuatro días antes del atentado
se amarraba al cuarto vodka de la tarde en un pub próximo a Miami, un cubata de
ron Captain Morgan con Coca-Cola? ¿Un árabe fundamentalista emborrachándose un
viernes, el día sagrado?
También -a qué negarlo- resulta sospechoso que los secuestradores del vuelo 11
se dejaran un panfleto de instrucciones de vuelo en el coche junto con retratos
de Bin Laden. O que fueran capaces de pilotar una fortaleza ingobernable como es
un Boeing 767 durante media hora, efectuando giros complejos a baja altura y
dirigiéndolo como un misil hacia las Torres Gemelas sólo habiendo pilotado hasta
ese momento pequeñas avionetas Piper y Cessna . O que uno de los pasaportes de
los suicidas hubiera sido encontrado casi intacto el día de los hechos entre los
escombros de las Torres Gemelas logrando sobrevivir a los 1.000 grados de
temperatura que durante horas asolaron el WTC. O -y esto ya no es una conjetura-
que su nombre, como el de ningún otro ciudadano árabe, no aparezca en las listas
oficiales de quienes se subieron al vuelo 11 de American Airlines ?
El paso del tiempo quizá nos ha hecho olvidar muchas de las informaciones que
los medios de comunicación ofrecieron minutos después de la tragedia. La CNN ,
por ejemplo, barajó entre las primeras hipótesis la posibilidad de que los
aviones suicidas hubieran sido teledirigidos. En este mismo sentido, el diario
de Bahrein, The Gulf News, propuso un escenario alternativo en clara oposición a
las versiones oficiales. Se basaban en los estudios del piloto de líneas aéreas
Ishaq Kuheji , para quien resultaba en todo punto imposible que pilotos sin
experiencia hubieran sido capaces de manejar los mandos del Boeing con la
precisión de un veterano. En su opinión, resulta más factible pensar que los
sistemas de navegación de los aviones fueran programados con anterioridad, lo
cual explicaría el por qué de las complejas maniobras efectuadas por los aviones
antes de chocar contra las torres gemelas.
El Pentágono, derribado; Interrogantes, en pie
Pero si los atentados de Nueva York presentan dudas más que inquietantes, el
ocurrido en el Pentágono es hoy por hoy un auténtico pozo de incoherencias. En
el momento de escribir estas líneas, un fenómeno editorial sin precedentes
"invade" Francia. Allí acaba de publicarse el libro La terrible impostura , de
Thierry Meyssan , el responsable de la organización crítica Red Voltaire ,
formada por políticos, periodistas, intelectuales y profesionales de diversos
campos. Meyssan y su grupo se han caracterizado siempre por su defensa de los
derechos humanos y por su oposición a los poderes establecidos cuando estos
ocultan al pueblo la verdad sobre los hechos. Entre otros logros, a Meyssan se
debe el fin del asalto político que llevó al ultraderechista Le Pen a cosechar
éxitos electorales.
Meyssan, en su polémico libro, expone una serie de pruebas que ponen en jaque
las versiones oficiales sobre los hechos del 11 de septiembre de 2001. Asegura
en el libro que detrás de los atentados -amén de Bin Laden y sus socios- podrían
encontrarse determinados órganos del entablisment político y militar de los
Estados Unidos. Las críticas no se han hecho esperar. La gran prensa ha sido muy
beligerante con él, y las autoridades políticas norteamericanas han recurrido al
manual del descrédito para desautorizarle. Sin embargo, sus sospechas tienen
fundamento: "Esa fuerza inmisericorde han dejado, sin embargo, en pie la casi
totalidad de interrogantes que ha suscitado el 11 de septiembre y que es
imperativo contestar" , escribía el columnista de El País José Vidal-Beneyto el
pasado 6 de abril a propósito de La terrible impostura , que vendió 120.000
ejemplares en pocos días.
Nuestra investigación arrancó el pasado 7 de marzo. Ese día, la cadena NBC daba
a conocer la filmación del atentado contra el Pentágono. La secuencia, de cinco
fotogramas, muestra cómo una terrible explosión se produce en la base del
edificio. En un principio, las informaciones aluden a que fuentes del FBI dieron
a conocer las imágenes. Luego se sabrá que no: alguien las filtró sin
autorización? ¿Por qué? La razón podría esconderse en la misma secuencia, en la
cual no se observa ningún avión de pasajeros chocando contra el emblemático
edificio. Sólo tras visionar la filmación repetidas veces se observa cómo a ras
de suelo, un pequeño objeto alargado de pocos metros de longitud, se aproxima al
edificio un instante antes de alcanzarlo originando la explosión. Sin duda, no
es un Boeing? Pero, ¿de qué se trata?
Al observar la filmación, decidí investigar. Ciertamente, y casualmente, sólo
unos días antes de que se filtrara -los indicios apuntan al seno del
Departamento de Defensa- la filmación, Thierry Meyssan ya había mostrado una
serie de pruebas que parecían poner en solfa la versión oficial del incidente.
Diversas fotografías que se convirtieron en argumento de peso para sostener sus
tesis.
Los testigos del atentado
Pero vayamos por partes. Cuando las dudas sobre los hechos del Pentágono
emergieron -seis meses después de la tragedia- decidí rescatar el inmenso
archivo documental que reuní sobre los atentados. En concreto, centré la
búsqueda en las informaciones que se ofrecieron minutos y horas después de los
sucesos. Y en ellas hemos encontrado pistas más que sospechosas.
Recordará el lector que cuando se produjo el atentado sobre el Pentágono -a las
9.43 horas de la mañana- el planeta llevaba una hora estremecido con las
imágenes del Word Trade Center. Los primeros teletipos informaban no del
estrellamiento de un avión, sino de una explosión en el interior del Pentágono.
Luego se hablaría de dos deflagraciones, e incluso de un camión-bomba. La
existencia de un avión involucrado sólo aparece una hora después de los hechos,
cuando la cadena de televisión ABC alude a un testigo que observó "un pequeño
avión sobrevolando el Pentágono." Sólo entonces, esta tesis cobra fuerza y se
recuerda que a las 9.10 horas se había perdido el rastro de un avión que había
despegado desde el aeropuerto Dulles de Washington rumbo a Los Ángeles. Al
parecer -según informaciones posteriores- el avión dio media vuelta cuando se
encontraba sobre Ohio, dirigiéndose de nuevo hacia la capital. En ese momento,
se pedió su señal por radar.
Sin embargo, los testigos del incidente de Washington brillan por su ausencia.
Katty Kay , corresponsal en la capital de Estados Unidos del diario The Times ,
es quien recoge los primeros testimonios. Uno de ellos es el de Alan Graham ,
que estaba aparcando su coche a 300 metros del gigantesco edificio cuando "oí un
tremendo ruido; pensé que se trataba de un avión que pasaba sobre mi coche hacia
el aeropuerto." Pero Graham sólo oyó el avión? No lo vió.
Escrito por Bruno Cardeñosa