Por Ana Débora Goldstern
En 1875, uno de los estudiosos más importantes del Ocultismo francés, Alphonse-Louis
Constant -más conocido como Eliphas Levi- predijo que ?en 1879 sería establecido
un nuevo reino universal político y religioso, y que ese reino religioso
pertenecería a aquel que tendría las llaves de Oriente, y que esas llaves serían
poseídas por la nación que tiene la vida y actividad más inteligente?. El 17 de
febrero de 1879, Helena Petrovna Blavatsky y su colega, el Coronel Henry Steel
Olcott, daban sus primeros pasos en la India, estableciendo los cimientos de la
futura Sociedad Teosófica, réplica norteamericana pero en versión oriental.
¿Casualidad?
Hoy cuando la Nueva Era es ?una marca registrada?, donde la espiritualidad,
misticismo, y naturismo confluyen en un mismo signo, pocos son los que
relacionan a este nuevo amanecer planetario con la Sociedad Teosófica, que en
sus inicios hizo de esta ?marca registrada?, una verdadera escuela.
Aunque nacida en las postrimerías del siglo XIX, alcanzó su mayor trascendencia
durante los primeros decenios del siglo XX. Escándalos posteriores y
encarnizadas luchas sucesorias, restaron seguidores, que vieron desmoronarse la
ilusión pretendida de alcanzar una gran confraternidad universal.
La historia del Movimiento Teosófico, constituye un retrato vivo del pensamiento
espiritual de aquellos días, y su estudio, brinda la posibilidad de desentrañar
los misterios que la Nueva Era plantea.
No se intenta una investigación exhaustiva acerca de la Sociedad Teosófica,
pretensión más que justificada si se observa la gran cantidad de literatura
existente sobre el tema. Pero sí creemos, que algunos puntos sobre esta historia
son necesarios volver a examinar. Partiendo de esta premisa, se invita al lector
a sumergirse en algunos de los capítulos inéditos que aún encierra la Teosofía.
Helena Petrovna Blavatsky: Sacerdotisa de lo oculto
?Viajaba yo cierto día entre Baalbeck y el río Orontes, cuando vi una caravana
en el desierto; era la de Mme. Blavatsky, y acampamos reunidos. Había allí un
gran monumento junto a la aldea del Marsum, entre el Líbano y el Ante Líbano.
Este monumento mostraba unas inscripciones que nadie había podido descifrar, y
como yo sabía algo acerca de las cualidades extraordinarias de Mme. Blavatsky, y
lo que ella podía conseguir respecto de los espíritus, le rogué tratase
averiguar algo acerca de dicho monumento. Para ello, fue preciso esperar la
llegada de la noche. Entonces ella trazó un círculo en derredor suyo y nos hizo
entrar a todos en él. Se encendió fuego y se echó en él gran cantidad de
incienso, recitando seguidamente conjuros o mantrams. Volviese a echar incienso,
y entonces ella, con su dedo, nos mostró el monumento, sobre el que se veía un
gran globo de un blanco fuego.
Sobre un sicomoro, que estaba al lado, parpadeaban otras pequeñas llamas.
Nuevamente se quemó incienso, y entonces Mme. Blavatsky ordenó al espíritu en
cuyo honor había sido alzado el monumento que apareciese. Bien pronto una
vaporosa nubecilla se levantó velando a la débil claridad de la luna. Al echar
más incienso aún, la nubecilla tomó la forma vaga de un anciano de lengua barba,
quien, con vos lejana, pareció hablar a través de la nubecilla, diciendo que el
monumento había sido el altar de un templo destruido hacía tiempo, y elevado en
honor de un dios caído siglos antes de nuestra era. Y vos ¿quién sois?,
interrogó Mme. Blavatsky. -Soy Hiero, uno de los sacerdotes de este templo-.
Entonces Mme. Blavatsky le ordenó nos mostrase el templo tal y como antaño
existió. El anciano se inclinó, reverente, y por un instante pudimos contemplar
la visión de un templo y de una gran ciudad, que cubría la llanura en todo lo
que alcanzaba la vista. Después todo desapareció.?
(Relato de la Condesa Pashkoff, publicado por el periódico norteamericano New
York World el 21 de abril de 1878).
La descripción citada, constituye una buena muestra sobre el problema a
enfrentar. El estudio de una personalidad como la de Helena Petrovna Blavatsky
-mejor conocida por sus iniciales ?H.P.B?-, resulta para cualquier investigador
una tarea riesgosa. A más de un siglo de su fallecimiento acaecido en 1891,
seguimos sin conocer realmente quién era H.P.B. Súmese a este enigma sus
biógrafos, y la ecuación se complica. Detractores furiosos, defensores
acérrimos, las opiniones distan de ser coincidentes. Aclarado el concepto,
entregamos nuestra propia versión de esta historia, con el temor de defraudar en
el camino, a partidarios y enemigos blavatskianos.
Helena Petrovna Blavatsky, nació el 30 de julio de 1831 (12 de Agosto según el
calendario ruso), en la ciudad de Ekaterisnolav, sur de Rusia. Era hija del
coronel Peter Hahn, que descendía de los viejos cruzados de Mecklenburg, los
Rotternstern Hans (Alemania). Su madre Helena Fedéff, durante su corta vida (ya
que fallecería a la temprana edad de 27 años) logró cierta reputación como
novelista, siendo considerada por los críticos como la George Sand rusa. La
madre de ésta, quién más tarde se encargaría de la educación de H.P.B y de sus
restantes hermanos, fue la princesa Helena Dolgorouky, descendiente de una
estirpe muy noble y de gran protagonismo en la historia de su país.
En este ambiente privilegiado se desarrollaron los primeros años de la joven
Helena, que a la edad de 11 años, y después de perder a su madre, fue trasladada
a la región de Saratoga para quedar bajo la tutela de su abuela, la princesa
Dolgorouky. La misma Helena declararía después que ?en aquella época de su vida
se vio cuidada y mimada por un lado, castigada y endurecida por otro. Enferma y
casi moribunda hasta los siete años u ocho años, sonámbula; poseída por el
demonio. Gobernantas, dos. Niñeras, no sé cuántas, muchas... Una era medio
tártara. Los soldados de mi padre cuidaban de mí...?. De esta época data el
apodo conferido por las tropas paternas a Helena y sus hermanas, que fueron
conocidas como ?las hijas del regimiento?.
Años más tarde una de sus mayores confidentes, su hermana menor Vera, escribiría
una biografía titulada: ?La verdad acerca de Madame Blavatsky? que brinda una
mirada bastante peculiar sobre los primeros tiempos de Helena: ?Era
exclusivista, caprichosa, original, y a veces osada hasta la temeridad y la
violencia, todos los maestros habían agotado su paciencia en Helena, quien jamás
se avenía a horas fijas para sus lecciones, asombrándolos sin embargo, por su
viva inteligencia, especialmente en lo relativo a la música y a los idiomas
extranjeros?.
Sin embargo, esta inteligencia vivaz estuvo rodeada desde siempre por una
atmósfera paranormal que la acompañó durante toda su vida. El primer reporte de
estas ?manifestaciones? lo tenemos en la ceremonia de su bautismo, según relato
que nos lega Sinnet, estrecho colaborador en la Sociedad Teosófíca: ?Estaba a
punto de terminar la ceremonia. Los padrinos pronunciaban la renuncia a Satán y
sus obras, que en la Iglesia ortodoxa va acompañada de tres salivazos contra el
invisible enemigo. En aquel momento la chiquilla, jugando en el suelo con el
cirio encendido, prendió fuego inadvertidamente a los largos y flotantes hábitos
del sacerdote, sin que nadie reparara en el incidente hasta que ya fue demasiado
tarde. Propagóse el fuego y resultaron varias personas, entre ellas el
sacerdote, con varias quemaduras?. Cabe aclarar que HPB no sufrió daño alguno,
siendo este considerado un presagio funesto y motivo de sobrenombre para la
niña, ya que no se tuvo mejor idea que proclamársela ?la concubina de Satán?.
En otro pasaje del libro de Sinnet leemos: ?Era sumamente nerviosa y sensitiva,
hablaba en voz alta, y a veces la encontraban sonámbula en los más apartados
lugares de la casa y la volvían a la cama profundamente dormida. Una noche,
cuando apenas contaba con doce años, la echaron de menos en su dormitorio, y,
dada la alarma, fueron a buscarla, encontrándola paseando por uno de los largos
corredores y en detenida conversación con alguien invisible para todos menos
para ella?. Y preguntamos: ¿Contribuyeron estos desórdenes psíquicos a su
desarrollo de las facultades mediúmnicas? Antes de brindar una respuesta a este
interrogante, repasemos algunos puntos sobre el asunto.
Remito tres opiniones divergentes acerca del sonambulismo. Obsérvense las
diferencias entre un punto y otro.
Allan Kardeck, padre del espiritismo francés, explica en su obra ?El libro de
los Espíritus? que ?... en el sonambulismo, el espíritu se pertenece a sí mismo
completamente, y estando hasta cierto punto en estado cataléptico, los órganos
no reciben las impresiones externas. Este estado se manifiesta especialmente
durante el sueño, momento en que puede el espíritu abandonar provisionalmente el
cuerpo, entregado como está éste al descanso indispensable a la materia. Cuando
se producen los hechos sonambúlicos, débense a que el espíritu, ocupado de este
o aquel asunto, se entrega a alguna acción que requiere el empleo del cuerpo,
del cual se sirve de un modo análogo al uso que se hace de una mesa o cualquiera
otro objeto material en el fenómeno de las manifestaciones físicas, o de la mano
en el de las comunicaciones escritas.
En los sueños de que se tiene conciencia, los órganos, incluso los de la
memoria, comienzan a despertarse; reciben imperfectamente las impresiones
producidas por los objetos o causas externas, y las comunican al espíritu que,
reposando también entonces, no recibe más que sensaciones confusas e
incoherentes con frecuencia y sin ninguna razón aparente de ser, mezcladas como
están de vagos recuerdos, ya de esta existencia, ya de las anteriores. Fácil es
entonces comprender por qué los sonámbulos no tienen ningún recuerdo y por qué
los sueños cuyo recuerdo conservamos, no tienen sentido alguno las más de las
veces. Digo las más de las veces, porque sucede que son consecuencia de un
recuerdo exacto de acontecimientos de una vida anterior, y alguna vez hasta una
especie de intuición del porvenir...?
René Genón, gran pensador también de origen francés, entrega otra visión del
tema en su escrito ?El Error del Espíritu?: ?... Por lo demás, hay casos en los
que el «subconsciente», individual o colectivo, explica todo por sí solo sin que
haya la menor exteriorización de fuerza en el médium o en los asistentes; ello
es así para los «médiums de encarnaciones» e incluso para los «médiums
escritores»; estos estados, lo repetimos una vez más, son rigurosamente
idénticos a los estados sonambúlicos puros y simples (a menos que se trate de
una verdadera «posesión», pero eso no ocurre tan corrientemente). A este
propósito, agregaremos que hay grandes semejanzas entre el médium, el sujeto
hipnótico, y también el sonámbulo natural; hay un cierto conjunto de condiciones
«psicofisiológicas» que les son comunes, y la manera en que se comportan es muy
frecuentemente la misma...?.
Y para cerrar el menú, el gran psiquiatra suizo y sucesor de Freud, Carl Gustav
Jüng, con un pasaje extraído de su tesis doctoral ?Sobre la psicología y
patología de los así llamados fenómenos ocultos?: ?... los síntomas de
sonambulísticos son particularmente comunes en la pubertad, y muchos casos bien
conocidos en esta edad son citados. El aumento de la personalidad inconsciente,
está definido como el proceso automático cuyos resultados no están disponibles
para la actividad síquica consciente del individuo...?.
Quién escribe sostiene que hay pequeñas dosis de verdad en cada una de las
posturas citadas, revelando para el intérprete aspectos esenciales de la
personalidad de Blavatsky. Después de este pequeño break, retomemos nuestro
estudio. Pero el sonambulismo sólo era uno de los fenómenos que desde pequeña
perturbaban a la joven Helena. Véase sino este relato:
?... Con motivo de un asesinato que había sido perpetrado en la región de su
residencia paterna, el comisario de la Policía, amigo de su padre, se lamentaba
ante éste de las dificultades que hallaba para aclarar el misterio. El Coronel
Hahn, padre de Helena, le sugirió que utilizara las dotes clarividentes de su
hija. El policía rió de tan buena gana, que la muchacha herida en su amor
propio, le desafió a que lo descifrase antes que ella. Y fue a sentarse con un
libro en un rincón, malhumorada.
De repente, se levanta. Y se dirige hacia el comisario para decirle en un tono
perentorio y triunfal, no desprovisto de ironía: ?Ud. Conoce al asesino,
comisario; lo ha visto varias veces sin sospecharlo, se llama Samoilo Ivanov y
se esconde en granero de Ulassov, un aldeano en Oreshkino. Si van ahora, podrán
prenderle. El policía rió durante un buen rato, asegurando que no conocía al tal
Ivanov. Es un soldado con permiso ?replicó la muchacha?; estaba borracho y se
peleaba con su víctima. No lo había premeditado. Fue un accidente más que un
crimen?. Pasado su regocijo, el comisario quiso, no obstante, comprobar las
revelaciones de la ?vidente?, y el culpable fue detenido...?.
Resulta un problema de envergadura para la mayoría de sus críticos más furiosos,
tener que citar en cada biografía un relato como el descrito, que para su
desazón está debidamente documentado.
Otro aspecto desconcertante es el enigma de su inmensa sabiduría. En muchos
estudios sobre su persona, se asegura que su reputación de erudita se gestó años
después de su partida de Rusia, a través de los innumerables viajes que realizó
por el mundo y por el conocimiento trasmitido por sus Maestros. Su educación en
esta etapa juvenil, aseguran, fue bastante mediocre. Pero hoy día
investigaciones más actuales revelan una historia bien distinta, como por
ejemplo, que a la edad de 16 años, sintiera interés por los libros místicos que
encontró en la biblioteca de su abuelo. Además, se debe destacar que éstos
contaban con una de las mejores colecciones de fauna, flora, y reliquias de
animales antiguos a la que Helena tenía acceso, que sin duda le fueron de fuente
de inspiración en la Redacción de la Doctrina Secreta.
Antes de concluir este capítulo queremos referirnos al suceso que determinó su
salida de Rusia. Hablamos de su frustrado casamiento con el General Nícero
Blavatsky, una unión que sólo le reportaría el célebre apellido. Conozcamos la
historia.
En los pocos retratos que se conservan de H.P.B, se observa un rostro de rasgos
asiáticos, corte tártaro-kalmuka, ciclópea e imponente. Tenía el cabello castaño
claro, y unos ojos difíciles de olvidar. Según relata su primo, el conde Witte,
?eran enormes de intenso y profundo color azul, brillaban dice, cuando hablaba,
de una manera fulgurante, imposible describir?. El escritor catalán Juan
Parellada de Cardellac cuenta ?que su físico era más bien vulgar, era corpulenta
y carecía de feminidad.
Las cosas del amor la tenían sin cuidado, o mejor dicho, la repelían hasta el
extremo de cuando sus amigas hablaban de alguna aventura con chicos de su edad,
se le subía el estómago a la cabeza. Un día su padre, viéndola tan poco femenina
le dijo que si seguía así, sería incapaz de conquistar siquiera a un viejo
general amigo de la familia, conocido por su atractivo físico y su nariz de
berenjena. Helena aceptó el reto y sedujo al anciano general que se apresuró a
pedir su mano?.
En esta época, Helena tenía 17 años y al parecer el viejo General, en ese
entonces Vicegobernador de la provincia de Ereván, Cáucaso, no era tan anciano
como se dice sino que apenas pasaba los cuarenta. Ya antes de contraer
matrimonio Helena le había prometido a su futuro esposo que sólo habría un
desgraciado en este enlace y que precisamente no sería ella. ?La misma noche de
la boda, el general se llevó a su joven esposa a una dacha cercana a la frontera
persa. Era el 7 de julio de 1848. Durante el viaje, Helena intentó sobornar a un
cosaco de su séquito para que la llevara a Persia. Denunciada, fue considerada
desde ese momento como prisionera.
La encerró en la dacha día y noche, vigilada día y noche por los soldados.
Intentó seducirla por todos los medios. La joven se resistía obstinadamente,
lloraba, injuriaba, rompía muebles y objetos. El general le mandó a administrar
severas correcciones por sus soldados. Todo fue inútil. Parecía insensible a los
golpes. El general le administró un narcótico, bebió más de la cuenta e intentó
violarla. Entonces se dio cuenta que su joven esposa presentaba una anomalía
sexual. Transcurridos tres meses, un día Helena burló la vigilancia de sus
guardianas y huyó al Tiflis, desde donde avisó a su padre, pero temiendo que
éste la devolviera a su esposo, embarcó en un velero hacia Constantinopla y de
ahí a Egipto...?.
Esta anomalía sexual se debía según un certificado médico que la propia Helena
dio a conocer más tarde, a una caída de caballo que le había provocado un
retorcimiento congénito del útero. Citándola: ?no he podido tener nunca
relaciones con un hombre porque me falta algo y en su lugar hay una especie de
pepinillo retorcido?.
Mucho se ha discutido sobre su sexualidad y se ha pontificado sobre sus
preferencias en el terreno. Sin embargo el caso de Blavatsky se inscribe en la
larga lista de personajes ocultistas que padecieron desarreglos similares, como
por ejemplo el gran Aleister Crowley. El esoterista inglés hizo escuela con su
iluminismo sexual, práctica controvertida que le valió la condena popular.
Aunque Blavatsky no llegó a tales extremos, sí se encontró perturbada por esta
deficiencia, que le causaba grandes desequilibrios en lo personal. Deberíamos
preguntarnos si el desarrollo de cualquier facultad paranormal trae aparejado
una atrofia o alteración en el aspecto sexual o si todo se reduce a mera
casualidad.