EL DESEO DE QUERER LIBRARNOS DEL DESEO GENERA UN NUEVO DESEO
Casi todas las cosas las hacemos por el deseo de ser felices o más felices y así evitar el sufrimiento. Pero no nos damos cuenta de que la felicidad y el dolor se complementan, una cosa no puede ser sin la otra, lo mismo que la luz no existiría sin la oscuridad, la felicidad no seria sin el sufrimiento. Uno no puede escoger la felicidad y rechazar el sufrimiento pues ambos van unidos. Uno no puede desear liberarse del deseo porque entonces seria el mismo deseo tratando de liberarse de sí mismo. Como tampoco se puede uno liberar del miedo, ni de la envidia, escapando hacia sus opuestos. Por lo tanto si queremos liberarnos del deseo lo primero es conocerlo, y ver lo falso en lo verdadero.
Todos buscamos la dicha en el exterior, y no hay nada de malo en desear cosas, el problema es que creemos que los objetos tienen en sí mismo la capacidad de complacernos, y que son la causa de la felicidad. Gastamos nuestro dinero y nuestro tiempo en buscar la felicidad, comprando buenos equipos de música, grandes coches, mejores televisores, muebles cada vez más confortables etc.
Todos deseamos ser felices y en nuestro deseo de felicidad cambiamos de una pareja a otra de un grupo a otro, de una religión a otra. No obstante y a pesar de solo desear la felicidad nuestra vida esta llena de dolor y descontento. Nadie quiere ser infeliz y por mucho que queramos ser felices, siempre acabamos siendo unos desdichados.
Nuestras posesiones por las que tanto hemos trabajado se rompen, se olvidan, se estropean, se olvidan o simplemente nos dejan de proporcionar placer.
La mujer o el hombre de nuestros sueños mas dorados, aquel o aquella con la que íbamos a compartir todos aquellos días de dicha y amor, se convierten en nuestra peor pesadilla, en nuestro peor enemigo, de la dicha eterna pasamos en unos breves instantes al mas profundo de los pozos de la desesperación. Ya no nos acordamos de los momentos de placer- aunque también están archivados en la memoria- solo somos capaces de recordar el daño causado por el opuesto.
Y con este dolor y sufrimiento bajo el brazo corremos en busca de un nuevo objeto o persona que nos devuelva la felicidad deseada.
Y así en ese circulo de dicha y desdicha ilusoria damos vueltas y más vueltas alrededor de la felicidad.
La felicidad lleva como opuesto el dolor, y cuanto mayor sea la felicidad mayor será el dolor, y para evitar el sufrimiento lo primero que debemos de saber es como se produce la felicidad.
La felicidad no está en lo externo, en la mujer de nuestros sueños, ni en el coche nuevo, ni el televisor, la lavadora, las excursiones, los amigos, las religiones, los grupos etc. La felicidad es un sentimiento y este sentimiento es producido por el pensamiento.
Cuando vemos una mujer hermosa no nos percatamos de que esa hermosura está condicionada por los estereotipos creados por la sociedad.
El pensamiento empieza su movimiento diciendo: << Que preciosa es, que ojos más bonitos tiene etc. >> Si el pensamiento se detiene y no pensamos mas en aquello que deseamos ahí se termina todo, pero si el pensamiento continúa su movimiento y dice: << Como me gusta, la quiero, cuanto la deseo etc. >> El deseo de querer poseer se va afianzando y cuanto más pensamos en el objeto del deseo mayor es el deseo.
Y éste muere al poseer aquello que deseamos, o si aparece otro objeto de deseo mayor que el primero. Lo mismo sucede con cualquier otro tipo de deseo, como el de un coche nuevo.
Cuando vemos un coche utilizamos el sentido de la vista, lo observamos y a continuación el pensamiento empieza su movimiento basándose en el conocimiento de experiencias anteriores, y dice: << Que coche más bonito, y no es muy caro, podría cambiarlo por el trasto que tengo etc. >> Poco a poco el deseo de querer poseer se va afianzando mas y más, el mi, el mío y él para mí, se va haciendo cada vez mas fuerte, cuanto mas se mueva el pensamiento mayor será el deseo.
Es el mismo deseo de poseer cosas que nos hagan felices, donde radica el dolor y el sufrimiento. Creemos que todo es permanente, y no hay nada creado por el pensamiento que sea intemporal, el coche con el que hemos soñado se estropea, la belleza se marchita, los amigos desaparecen etc.
Si seguimos investigando en el deseo nos daremos cuenta que tan solo es una rama del ego. Entonces deberíamos de seguir hasta encontrar la raíz del sufrimiento.
Si observamos con detenimiento, vemos que cuanto más grande es el árbol mayor es el apego, más profundas sus raíces y más nos cuesta llegar al deseo. Al darnos cuenta de esto tomamos a un niño pequeño como ejemplo y vemos que sus raíces son pequeñas, su tronco débil y sus ramas aun no han brotado.
El niño comienza a sembrar la semilla del ego a partir del mí, del mío y del para mí, hasta entonces había sido una cinta virgen nada se había grabado en su interior, las dos primeras ramas del deseo empiezan a brotar.
El mi nos sirve para definir y delimitar nuestras posesiones- Mi papa, mi mama, mi hermano, mi primo, mi nación, mi religión etc. – Junto con el Mi, el mío, y él para mí, aparece el opuesto, el tu, lo tuyo y lo de él. Y esto lo utilizamos para separar, para diferenciar.
Poco a poco y observando todo lo que le rodea el niño va adquiriendo un conocimiento y con este conocimiento creará él yo.
Él yo es la imagen que tenemos de nosotros mismos, al igual que él tú es la imagen que tenemos de los demás.
Pero volvamos hacia el deseo. Desear es querer algo para mí, ahora ya sabemos que el mi es una de las causas principales del deseo y en ello toma parte el pensamiento. El pensamiento es la respuesta de la memoria, siendo ésta conocimiento y el conocimiento es información, imágenes, símbolos etc.
Cada vez que hablamos, conducimos, leemos, lloramos, reímos, pensamos etc. Lo hacemos desde la memoria, desde el conocimiento y la memoria utiliza un vehículo que es el pensamiento. Cuando vemos una tarta utilizamos el sentido de la vista, la observamos y a continuación el pensamiento empieza su movimiento, y basándose en el conocimiento, la memoria, y el recuerdo de experiencias anteriores dice: << Que buena pinta tiene, de buena gana me la compraría etc. >> Poco a poco el deseo de querer poseer se va afianzando mas y más, el mi, el mío y él para mi se va haciendo cada vez mas fuerte, cuanto más se mueva el pensamiento mayor es el deseo.
Por lo tanto es el movimiento del pensar el que produce el deseo y para terminar con el deseo debemos de terminar con el movimiento del pensar. Pero no podemos desear terminar con el pensamiento pues seria el pensamiento queriendo terminar consigo mismo. El deseo al ser creado por el pensamiento no puede terminar consigo mismo.
Cuando vemos una tarta, un coche, una mujer hermosa etc. Lo observamos sin decir está buena o está mala, simplemente lo observamos, si viene un pensamiento lo observamos sin decir es bueno o es malo, pues los pensamientos no pueden ser ni buenos ni malos, tan solo son pensamientos. Si viene una emoción, un sentimiento, lo observamos sin ningún tipo de valoración.
Cuando nos observamos a nosotros mismos de lo primero que nos damos cuenta es que tenemos un loco en nuestro interior, un parlanchín que está siempre con su incesante parloteo. Para detener ese innecesario e incesante parloteo lo único que se puede hacer es observar, sin identificación ni condena, juicio o valoración.
Esta es la única acción que se puede llevar a cabo con el deseo, pues como hemos podido comprobar el deseo está producido por el pensamiento.
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