Persecuciones, encuentros con extraños seres, perdidas temporales Estos son sólo algunos de los hechos que muchos testigos aseguran haber sufrido tras encontrarse frente a frente con OVNIs y humanoides mientras circulaban por solitarias carreteras. Un misterioso encuentro
"Aquello era como ocho coches más o menos. O sea, cuando lo tuvimos encima aquello era un rascacielos"
Así de firmes sonaban las palabras de Pedro Mateo, antiguo profesional de la radio y de las artes gráficas, quien amablemente nos describía el OVNI con el que se había topado durante uno de sus viajes hace ahora veinte años. En aquella ocasión se encontraba en compañía de su mujer, Gloria Jiménez, y ambos se dirigían a Barcelona, donde debían coger un avión que les llevaría hasta su destino, la ciudad alemana de Dusseldorf. Pero aquel día la providencia tenía preparada una sorpresa al matrimonio maño.
"Era el 26 de junio de 1977. Lo tengo registrado porque aquel día viajábamos a Dusseldorf -aseguró-, y la mayor parte de las cosas que me van pasando las anoto en un cuaderno. Nosotros habíamos salido de Zaragoza muy temprano, sobre las cinco y pico de la mañana y teníamos la intención de almorzar algo con mi hermano, que vive en Barcelona, antes de coger nuestro avión hacia Alemania".
"Cuando sucedió aquello ya había amanecido, y por un lado vimos que había salido el sol. Fue entonces cuando, poco después de haber pasado Los Garrigues, en Lérida, vimos aparecer aquello por el otro lado?"
"¿Cómo era aquel objeto?" - interrumpí -. "Pues cómo te diría yo, aquello tenía forma de disco. Una especie de?" Ofrecí a Pedro Mateo mi cuaderno de campo y rápidamente dibujó en él un objeto ovalado, perfilado por un borde confuso.
"Cuando yo vi aquello por primera vez, lo vi a lo lejos, no me preocupaba mucho porque estaba muy lejos. Pero de pronto, empezó a desplazarse con una facilidad?, sin ruidos, y con una velocidad que de pronto me lo encontré encima del coche. Y me asusté -nos contaba Pedro visiblemente emocionado-, fue entonces cuando me fijé en un cartel que ponía: ?Gasolinera a 1000 metros?. Aceleré todo lo que pude, y cuando miré iba a 160 km/h. Segundos después vimos como aquel objeto desaparecía por el mismo lugar por donde lo vimos llegar"
"Para nosotros fue cosa de unos segundos, pero al mirar de nuevo a un lado allí estaba el cartel que señalaba la existencia de la gasolinera a 1km.. ?Bueno -me dije- será que hay otro cartel?. Y llegamos a la gasolinera, una gasolinera muy extraña. En las autopistas siempre han existido las áreas de servicio, y nosotros nos encontramos con una gasolinera, con dos postes y una ?garitica? muy destartalada, con un surtidor de esos que se ven en las películas americanas. Al vernos llegar salió un ?hombre?. Yo mido 1,76 -aclaró-, pues aquel señor andaría sobre el metro noventa, muy alto, y vestido con un mono azul muy viejo, muy usado."
Pedro Mateo y su esposa, asustados todavía por el misterioso encuentro que acababan de protagonizar, interrogaron a aquel hombre acerca de la presencia del insólito aparato:
"¿Oiga -le pregunté- no ha visto usted una cosa así extraña en el cielo?. Y mientras se tapaba la cara con algo que a mi me pareció un bocadillo, contestó: ?Aquí no ha pasado nada en toda la mañana?. Como le dije que no íbamos a echar gasolina volvió a meterse en la garita, pero en ningún momento pudimos verle la cara, ya que se tapaba con aquello que llevaba en las manos?"
Tres horas perdidas
Un poco más tranquilos, decidieron emprender de nuevo su camino hacia Barcelona, donde debían coger el avión horas más tarde.
"No miré en aquel momento el reloj -explica señalando su reloj de pulsera-, y cuando llegamos al aeropuerto que desde allí puede haber poco más de una hora, eran ya las 14:15 de la tarde, ¡y nos estaban anunciando nuestro vuelo por los altavoces!. Sin saber ni como ni porque habíamos perdido alrededor de tres horas. Yo pensaba llegar sobre las 11, y mi hermano nos estaría esperando para almorzar con nosotros. Y sin embargo, cuando llegamos no tuvimos tiempo más que para coger el avión.
Pero lo más curioso -nos aclaró con cierto asombro- es que durante el viaje no hablamos del tema. Pero en mucho tiempo, ni al ir ni al volver."
Horas después y sin contratiempos, llegaban a su destino, Dusseldorf. Una vez instalados en el hotel, Gloria Jiménez se dispuso a cambiar de ropa, y fue entonces cuando se percató de que su ropa interior estaba rota por uno de sus lados. A pesar de este inquietante detalle, algunas de las cosas más curiosas y enigmáticas iban a descubrirlas durante el viaje de vuelta, circulando otra vez en su Seat 1430.
"Cuando pusimos la radio sonaba perfectamente. Pero al ir a poner una cinta de música, nos dimos cuenta de que estaba desgrabada. Probamos con las demás pero no había ninguna que funcionase. Lo más curioso es que en casa intentamos grabar algo encima, pero no se podía.
Por si fuera poco me habían desaparecido unas gafas bifocales que usaba para leer y que había dejado sobre la guantera. Después de aquello desaparecieron, y no las he vuelto a ver. Además, tiempo después de aquello, la pintura del coche -de un color rojo- se me quedó de una tonalidad rosácea por la parte de arriba, en el capó y sobre todo en el lado contrario al mío. Se me quedó el coche muy feo."
Pero no sólo el coche y algunos de los objetos que iban en el habían desaparecido o habían sufrido algún tipo de alteración. El propio Pedro Mateo y su esposa descubrirían algo en sus cuerpos que les produjo escalofríos.
"A raíz de nuestra experiencia, alguien me dejó una novela de unos americanos, un matrimonio mixto al que les había sucedido algo parecido a lo nuestro. Desde entonces yo me di cuenta -y esto es algo que no he contado a nadie- que yo en los testículos llevo una verruga muy rara que no me hace daño, y que mi mujer también tiene otra en los genitales."
El increíble relato del matrimonio zaragozano acabaría completándose años más tarde, cuando durante una comida en compañía de unos amigos en un restaurante cercano a Los Garrigues pudieron comprobar que aquella extraña gasolinera en donde habían parado aquel día no existía ni había existido nunca.
"Perdimos la noción del tiempo y el espacio durante quince minutos"
Tan sólo un año antes, otro matrimonio aragonés, oscense para más señas, tenía
un encuentro similar al protagonizado por Pedro Mateo y su esposa. Era el 2 de
abril de 1976, Alberto Ballarín, ATS de profesión y su esposa, María Josefa
Tarrés circulaban por la carretera N-240 con destino a su casa en Monzón. Sobre
las 22:30 llegaban al pueblo de Angüés, donde realizaron una pequeña parada.
Tras repostar gasolina en la estación de servicio de la localidad reanudaron la marcha, dejando atrás el pueblo e internándose en una larga recta de unos 3 kms. Fue entonces cuando se percataron de la presencia de algo extraño en la carretera.
"Nos habíamos puesto en carretera cuando, a los pocos minutos -dos o tres-, vimos que venía sobre nosotros algo muy raro."
A lo lejos pudieron divisar una extraña luz que circulaba a unos 55 km/h por el otro carril y en dirección contraria. En un primer momento pensaron en la posibilidad de que se tratara de otro vehículo, pero según lo tuvieron más cerca, pudieron verificar que aquello no llevaba faros ni ruedas, y que se desplazaba mediante unas oscilaciones "como si fuera por encima de las olas".
El objeto, que tenía forma "de pera achatada", era de unos 3,5 m de altura por 7 u 8 m de anchura. Aquel OVNI flotaba a medio metro del suelo, desplazándose en completo silencio. Poco después, el misterioso objeto se cruzaba con el coche, y ambos testigos pudieron ver que ?aquello? desprendía "por debajo y hacia atrás grandes chispas blancas o amarillentas, parecidas a las de una rueda de pirotecnia". El marido instó a su mujer a que se girase para poder ver así la matrícula del extraño vehículo. Lógicamente, la mujer solo observó un resplandor que ascendió hasta el cielo con gran rapidez, perdiéndose en las alturas.
"¡Mira, mira!, dijo mi marido. Así lo hice -recuerda María Josefa- y lo vi ya en el cielo, rodeado de un gran resplandor. Después, de repente, nos encontramos ya en el parador de San Román. No pasamos el puente ni el pueblo de Lascellas. Perdimos la noción del tiempo y el espacio durante quince minutos"
Llegaron a casa a las 22:50 horas, quince minutos antes de lo que debían, ya que ese trayecto solían realizarlo a unos 70 km/h debido a las dificultades que entrañan algunos tramos. Tras el suceso ambos sintieron "una gran clama, tranquilidad y bienestar" que se mantuvo durante varios días. Además, el señor Ballarín apuntó que desde entonces "el coche corre mejor, anda más fino y frena mejor".
Aquella misma noche, los jóvenes Jaime Tresaco, Manuel Polo, Jesús Lleguet y Victor Bergua se vieron asaltados por un OVNI en la carretera N-136, que une Zaragoza y Huesca. Días antes, concretamente las noches del 31 de marzo y 1 de abril, otras personas eran testigos de avistamientos OVNI en las cercanías de Huesca.