A fines de 1992, un observador profesional de la revista Janes Defence Weekly afirmó haber visto el primer avión supersecreto Aurora de la fuerza aérea estadounidense (USAF, por sus siglas en inglés) desde una plataforma petrolera en el Mar del Norte.
El nuevo reactor, según el experto, era capaz de superar seis veces la velocidad del sonido (Mach 6).
En un mundo en el que hasta los secretos más celosamente guardados, como éste, se dan a conocer, ¿cómo sería posible mantener en reserva un secreto de tal magnitud como el estrellamiento de un objeto supuestamente oriundo de otro planeta?
De acuerdo con los entendidos en casos de estrellamientos y recuperaciones de ovnis (crash retrievals, en inglés) que han venido sucediendo desde mediados del siglo pasado, comenzando con el célebre caso Roswell, dichas intervenciones han sido posibilitadas por las labores secretas y veloces de un grupo especializado y altamente dotado que opera dentro de la Fuerza Aérea a sabiendas y con la colaboración de otros ramos de los servicios militares. Los especialistas que forman parte de este grupo casi siempre se presentan al lugar de los hechos en grupos de tres, vistiendo boinas militares de color azul.
Los hombres de la boina azul
La presencia de estos militares ha estado asociada con varios operativos secretos del ejercito norteamericano cuya existencia trascendió al público a fines de la década de los 80: Moondust, Bluefly y UFO proyectos guiados por la cúpula de la Fuerza Aérea con el objetivo de recuperar, a como diese lugar, cualquier artefacto proveniente del espacio exterior ya fuese de hechura humana o extraterrestre que se estrellase en los Estados Unidos o en cualquier otra parte del planeta. Si la recuperación del objeto caído se hacía difícil por las circunstancias o por sus dimensiones, el personal de inteligencia estaba bajo órdenes de estudiar el aparato o restos a pie de obra y entregar sus hallazgos al alto mando con la mayor brevedad. Dicho cuartel general estaba ubicado en el fuerte Belvoir, conocido como el "Destacamento 4, 696 Grupo de Inteligencia Aérea".
Con el paso del tiempo y las distintas reestructuraciones de los servicios de inteligencia, la responsabilidad por dichos esfuerzos recayó sobre la Defense Intelligence Agency o DIA, pero se llegó a creer en la década de los 90 que los objetivos de las misiones de Bluefly y afines ya no se circunscribían a la recuperación de chatarra espacial u otros objetos caídos de lo alto ? los "boinas azules" representaban la faceta más visible de todo un servicio militar encargado de escamotear cualquier prueba física del fenómeno ovni.
Otra faceta de este servicio estaría representada por los elementos del grupo denominado "Delta" (nombre que no guarda relación alguna con el mando antiterrorista creado durante la presidencia de Jimmy Carter) y que está encargado de los enigmáticos helicópteros negros que han plagado los cielos norteamericanos desde la década de los 70.
El autor George C. Andrews, cuyos libros han tratado de sacar a la luz pública los manejos de estos grupos de alto secreto, cuenta en su obra Extraterrestrials Among Us (Minneapolis: Llewellyn Worldwide, 1987) que uno de estos aparatos oscuros tocó tierra en las grises arenas de una playa del estado de Nueva Jersey, en plena vista de la gran urbe neoyorquina. En 1974, una avería a bordo de uno de los helicópteros lo obligó a aterrizar; soldados vestidos en uniformes negros, portando fusiles M-16, formaron un perímetro a su alrededor. Los elementos de "Delta", según trascendió, estaban en vías de transportar un cargamento de gran importancia desde Long Island hasta Nueva Jersey (posiblemente al depósito de municiones Earle, donde la Marina guarda las ojivas nucleares de la flota atlántica) cuando se produjo un desperfecto del sistema hidráulico. El inevitable enfrentamiento con las fuerzas el orden público seguramente hubiese culminado en una batalla entre policías estatales y los soldados, pero la situación no trascendió a peores.
En la actualidad existe una controversia que según Andrews vincula a los de "Delta" con el narcotráfico y los experimentos de guerra quimiobacteriológica sobre grandes centros urbanos en el oeste norteamericano. Una carta anónima remitida al periódico Up the Creek en la ciudad de Denver informaba que los helicópteros negros emitían "mezclas débiles de cianuro y dioxina" para comprobar el efecto que surtían estas sustancias sobre la población. Aunque no existe forma de comprobar semejante alegato, los expedientes sobre una variedad de pruebas arriesgadas que salieron a la luz pública durante el régimen de Clinton sugieren que puede tratarse de una posibilidad, y como antecedentes existen las liberaciones deliberadas de productos bacteriológicos en el subterráneo de Nueva York en la década de los 50.
Durante la oleada de avistamientos OVNI de 1988 en la región del estado de Pennsylvania bañada por las aguas del lago Erie, cinco testigos dijeron haber presenciado las maniobras de un helicóptero negro sin ventanas, que emitía un sonido más parecido al de una avioneta que un helicóptero. Al pasar sobre el hogar de los testigos, el aparato causó interferencia con el televisor. Lo curioso de este caso es que el encuentro con el helicóptero desconocido se produjo cinco días después de que los guardacostas observaran las maniobras de un ovni policromático que acabó por posarse sobre la superficie helada del lago en marzo del año en cuestión.
El pentálogo del polvillo lunar
Uno de los documentos que marca las pautas del proyecto Moondust establece un pentálogo sobre los objetivos que han de tener los "boinas azules" en la realización de sus pesquisas:
Realizar observaciones previas al impacto, establecer la dirección de la trayectoria y la cantidad de objetos observados, establecer la hora en que se produjo el impacto, determinar las características de la zona de impacto y las circunstancias de la recuperación del activo.
Descripción de cualquier herida o daño causado por el objeto; suministrar
detalles al máximo grado posible, pero evitando reclamos producidos por la
estimulación del sujeto, especialmente reclamos triviales o pueriles.
Obtener descripciones de cualquier marca o letra de identificación.
Obtener descripciones detalladas de la naturaleza física y condiciones del
objeto, incluyendo dimensiones efectivas o estimadas, peso, material de
elaboración, etc.
De resultar posible, tomar fotos del objeto desde perspectivas distintas usando una regla o caja de cigarrillos para establecer referencias de tamaño.
El pentálogo para el recuperador de OVNIS, por darle nombre, figuraba en una serie de documentos producidos por el Departamento de Estado y enviados a las distintas embajadas y oficinas consulares de los Estados Unidos en otros países. Estos documentos fueron obtenidos por el sargento Clifford Stone después de años de investigaciones y solicitudes al gobierno bajo la ley de libertad de información (FOIA), logrando establecer que el gobierno estadounidense tenía desde la década de los 60 un protocolo bien establecido sobre la recuperación de cualquier objeto proveniente del espacio exterior, ya fuese de manufactura humana o no.
Escrito por Eduardo Mendoza P.
Scott Corrales
Bradford ? Estados Unidos
lornis1@earthlink.net