Los dos jóvenes -él y ella- se aventuraron a abrir una puerta de hierro en el
sótano de su edificio de pisos para ver que contenía. A la tenue luz de sus
linternas pudieron ver los escombros del pasado; muebles rotos, latas de
pintura, maquinaria inservible cuyo propósito no era aparente a simple vista. El
recinto en tinieblas conducía a otro pasillo? no, varios? que conectaban a otros
túneles de servicio de edificios contiguos y, según los rumores circulados por
sus amigos, con el sistema del tren subterráneo. Crudos grafitis de índole
sexual y satánica ocupaban algunos de los muros, señal inequívoca de que otros
habían llegado este sitio, y tal vez repetidas veces. La decisión que enfrentaba
la pareja era muy sencilla... ¿Qué camino a seguir?
A comienzos de los 80 los periódicos comenzaron a publicar extrañas historias
sobre jóvenes de ambos sexos que intentaban jugar el juego Dungeons and Dragons
en vivo, transcendiendo el medio de papel, lápices y figurillas de plomo, a
menudo con consecuencias desastrosas. Para comienzos de los 90, sus hermanos
menores seguirían el mismo derrotero, pero sin miras a jugar ningún juego,
limitándose a entrar en lugares prohibidos por la sociedad de sus mayores. No se
limitaban a los túneles ni sótanos de edificios conocidos, sino a instalaciones
totalmente abandonadas, desde fábricas hasta antiguas bases de proyectiles
teledirigidos. La prensa los bautizó "exploradores urbanos" (urban explorers, en
inglés) y sus actividades fueron asociadas con la moda gótica urbana y el
interés posmoderno por el pasado; las autoridades los condenaron como intrusos y
delincuentes y se hizo lo posible por desalentar sus exploraciones. Pero la
exploración urbana pasó a convertirse en un fenómeno a nivel mundial y en
ciertos países como Holanda ha inspirado una corriente artística que se interesa
por las estructuras abandonadas: juntos forman una cultura exclusiva interesada
en realizar excursiones a sitios prohibidos; las trastiendas de los hoteles,
salas de hospitales abandonados, y peligrosos túneles subterráneos.
En el transcurso de sus aventuras en las tinieblas creadas por la mano del
hombre, los exploradores urbanos han realizado descubrimientos insólitos...
algunos que rayan en lo paranormal.
Explorando manicomios
En 1998, la revista Weird New Jersey recibió el siguiente mensaje de un
explorador urbano adolescente que solo dio su nombre como "Creed". El intrépido
Creed decidió ir solo (acción sumamente insensata y nunca recomendada por los
exploradores urbanos más avezados) y explorar uno de los lugares más extraños
del estado de Nueva Jersey: el abandonado manicomio de Upper Saddle River,
situado en la ribera del mismo río en un lugar boscoso denominado Darlington
Park. Según cuentan las leyendas locales, el impresionante y tenebroso edificio
había sido propiedad de una orden religiosa que también administraba el
manicomio. A comienzos de 1900, algunos de los recluidos se rebelaron contra los
religiosos, matando a varias monjas y un sacerdote. Poco después del incidente,
las autoridades locales clausuraron el manicomio, temiendo que se repitiese el
incidente en esta comunidad que ya iba convirtiéndose en una de gran lujo.
Ingresando en la estructura, Creed se apercibió de algo raro: a pesar de ser un
edificio abandonado durante casi un siglo, había luz en una de las ventanas.
¿Quien hacia uso de esta estructura tan lóbrega y destartalada? Muy
probablemente deambulantes y vagabundos que corresponden a las "tribus urbanas"
del noreste de Estados Unidos.
Si la experiencia de este joven hubiese sido única, no pasaría ser más que una
anécdota curiosa. Sin embargo, otro investigador, visitando el manicomio de
Cedar Grove en South Orange, descubrió durante la inspección minuciosa de los
cuartos abandonados del recinto un dibujo pintado sobre un muro; dos ojos con
una frase que rezaba: "We watch always" (vigilamos siempre). "Uno de los
hallazgos más espeluznantes", según el corresponsal anónimo, "fue una muñeca
bebé ensangrentada con colorante artificial y descuartizada". La instalación
representaba un paraíso para miembros de las contraculturas o adoradores del
demonio, con sus túneles llenos de escombros que conducían a otras secciones del
inmueble abandonado, sillas de ruedas destartaladas, equipo de electroshock
abandonado y ficheros llenos de expedientes con datos personales de pacientes
que murieron hace décadas.
Pero la investigación mas inquietante de este manicomio abandonados fue la
realizada por Mark Moran a fines de los 90: Moran, veterano explorador urbano,
decidió enfrentar a su grupo de exploradores al enorme predio de Cedar Grove,
conocido formalmente en los mapas bajo el nombre Essex County Hospital Center,
instalación que lindaba con tres municipios dada su extensión. Al igual que el
investigador anónimo, Moran se sintió atraído por este complejo de edificios
abandonados debido a las innumerables leyendas urbanas que circulaban sobre el
mismo: que era un nido de satanistas, que los locos aún vivían en el laberinto
de túneles abandonados, y más estremecedor aún, que muchos pacientes que habían
sido dados de alta décadas atrás habían regresado al lugar, como limaduras de
hierro atraídas por el imán, al no tener dónde ir. No cabía duda de que Cedar
Grove y su enigma representaba un misterio tan digno como el de Tiahuanaco o
Stonehenge.
Conduciendo su automóvil a través de las comunidades suburbas de North y West
Caldwell, dignas de una teleserie sobre la vida en Estados Unidos, Moran y su
grupo llegaron a la entrada del presidio abandonado, franqueando la barrera con
el herrumbroso letrero de "NO PASAR". Esquivando los edificios administrativos,
los exploradores urbanos se dirigieron hacia uno de los muchos edificios que en
su momento habían alojado a los recluidos. Uno de ellos, totalmente arruinado,
ostentaba en los peldaños de la entrada las palabras Beware of Ghost (cuidado
con el fantasma) pintadas en escalones sucesivos. En el pasillo podía leerse
otra frase pintarrajeada, Welcome to Hell (bienvenidos al infierno).
Lo más estremecedor de este "pueblo" de la enfermedad mental es el buen estado
que aún conservaban algunos de los implementos que existen dentro de los
edificios: las camillas tenían colchones razonablemente nuevos y limpios y los
tocadores aún conservaban sus gavetas. Los exploradores no encontraron señales
de que el edificio había sido ocupado por animales; los perros y gatos
asilvestrados que a menudo toman posesión de las estructuras abandonadas por el
hombre. Pero el corazón les daría un vuelco al ver que un rostro contemplaba sus
acciones desde lo alto del segundo piso: la faz de un demonio displicente,
ejecutada con pintura atomizada por un artista desconocido. Esto era
precisamente lo que habían venido a buscar los exploradores.
Descubrieron que otro edificio en el campus -el hospital mental Overbrook- tenía
sus instalaciones más o menos intactas y razonablemente limpias, incluyendo las
celdas para pacientes peligrosos y sus ataduras de cuero. Un vecino de la
localidad, que acostumbraba a visitar las ruinas para dar ejercicio a su perro,
informó a los exploradores urbanos que se le ocurrió entrar en Overbrook un buen
día "porque escuchó un zumbido muy raro saliendo de uno de los cuartos
abandonados". Su sorpresa fue mayúscula al descubrir que la habitación
supuestamente abandonada estaba abarrotada de equipo de comunicación. "No sé si
alguien utilizaba la parte superior del edificio abandonado como estación de
transmisión o de relé, pero me dio escalofríos encontrar este corazón
electrónico latiendo en el cadáver de un edificio muerto".
Los descubrimientos en Overbrook nos instan a la reflexión. Si bien es cierto
que la población de deambulantes en Estados Unidos va en aumento con cada
tropiezo de la economía, estos no tendrían ni el dinero ni el deseo de instalar
equipo sofisticado en un edificio que les serviría de albergue, prefiriendo casi
seguramente gastar lo poco que puedan tener en algún medio de calefacción para
aguantar los rigores del invierno. Los satanistas que se valían del abandono de
algunos de los edificios para sus aquelarres tampoco necesitarían aparatos
tecnológicos (aunque podemos suponer que un sistema de comunicación privado para
la secta resulta verosímil. Pero fundamentándonos en los primeros hallazgos de
Mark Moran y otros exploradores impactados por el detalle de la limpieza y
novedad de ciertas partes de los edificios abandonados, incluyendo las celdas
acolchadas, ¿sería ilógico suponer que estas estructuras pudieran estar al
servicio de los productores de películas pornográficas letales (los famosos y
legendarios "snuff films"), o peor, lugares dónde pudieran acabar cientos de
personas que desaparecen año tras año, torturados y luego muertos a manos de
sádicos?
Una experiencia similar aguardaba a otro explorador urbano -Pete Katsos- en otro
hospital para enfermos mentales que había sido clausurado.
Katsos describe su investigación del Greystone Park Psychiatric Hospital en
Morris Plains, también en el estado de Nueva Jersey, en el mismo lenguaje que
reservaríamos para la exploración de la selva o las profundidades de la tierra.
"He visto cosas y máquinas sobre las que tan solo puedo limitarme a especular.
Hay enormes calderas que en su momento cocinaron alimentos para miles de
personas a la vez. He visto celdas para los locos de atar y enormes cunas
humanas para aquellos con la mente totalmente vacía. Sólo puedo conjeturar sobre
lo que se hacía en el quirófano subterráneo que descubrimos, o los grandes
apriscos en las catacumbas. Para nosotros fue una experiencia sin precio, pero
el precio fijado por el departamento de servicios humanos de Nueva Jersey,
cuando nos pillaron, fue un multa de $150 dólares y cinco días de trabajo
comunitario?.
La exploración de manicomios abandonados no está limitada a los habitantes de
Nueva Jersey. A miles de kilómetros de distancia, el explorador urbano conocido
por el mote "Jester" informó a Cassandra Szklarski del rotativo Canadian Press
(11.01.03) que el logro más enorgullecedor de su grupo de aventureros, los West
Coast Explorers lo había sido el hospital psiquiátrico Riverview en Coquitlam,
Columbia Británica, un complejo con numerosos edificios empleado como decorado
para numerosas películas.
Moscú, mi amor
No es a menudo que una publicación tan ilustre y respetada como The Bulletin of
Atomic Scientists -famosa por el "reloj del juicio final" que aparece en la
portada de cada ejemplar- aborda un tema que se sale claramente del tema que le
ocupa. Pero los descubrimientos realizados por los exploradores urbanos
denominados Excavadores del Mundo Subterráneo en Moscú claramente merecían
aparecer en las páginas de tan prestigiosa revista.
Desde que Vadim Mikhailov vio las profundidades de la capital rusa a comienzos
de 1970, viajando junto a su padre, maquinista del famoso subterráneo moscovita,
se enamoró perdidamente de los lugares oscuros hechos por la mano del hombre. Al
cumplir los doce años, Mikhailov y sus amigos, ya protoexploradores urbanos,
comenzaron a realizar viajes cada vez más osados en las profundidades de una
ciudad en pleno control del régimen soviético.
Internándose en las profundidades a través de las bocas de acceso en las calles
y los sótanos de ciertos edificios, los jóvenes llegaron a descubrir un mundo
desconocido para sus mayores: los refugios antiaéreos situados bajo el
Leningradsky Prospekt y el almacén de la Academia de Oceanografía. Como diría el
propio Mikhailov en la entrevista que le hiciera Andrei Ilnitsky: "Imagina
caminar por pasillos que parecen interminables mientras algo te gotea desde
arriba, y con la luz dispar de las linternas, te encuentras repentinamente en un
cuarto lleno de tanques de formol que contienen distintos monstruos marinos".
La madurez hizo que Mikhailov y sus compañeros de aventuras tomaran un
acercamiento más sistematizado a sus exploraciones, conservando apuntes
detallados, mapas y planos de los distintos niveles que existen bajo Moscú
-entre seis y doce- que incluyen antiguos sistemas de alcantarillado, los
cimientos de edificios, el basamento de muchas fuentes y los restos de sistemas
pluviales construidos bajo el reinado de Catalina la Grande.
Entre los peligros de las exploraciones subterráneas figuran las tribus urbanas
que ocupan los niveles próximos a la superficie: los túneles adyacentes a las
vías del subterráneo albergan gitanos, refugiados políticos y ermitaños, que se
disputan el control del inframundo -cual película de ciencia ficción- con los
excarcelados, ya que la ley rusa prohíbe que estos vivan dentro del perímetro
urbano de Moscú. Los egresados del sistema penal ruso ocupan sótanos con buena
ventilación y varias salidas, viviendo en grupos que se rigen por "la ley de la
cárcel".
Pero el inframundo no es como lo pinta la ciencia ficción: hay lugares que gozan
de calefacción, radio, televisión, en dónde se puede cocinar y dónde viven
familias enteras, cuyos padres salen todos los días al trabajo por las bocas de
registro. Esto no significa que Mikhailov y su grupo no han enfrentado
descubrimientos horrendos, como cadáveres descuartizados en las alcantarillas.
El explorador urbano recuerda haber encontrado los restos de un vagabundo que
perdió la vida durante una pelea.
Moscú, durante casi setenta años una ciudad llena de secretos, cuyos mapas
urbanos jamás revelaban lugares precisos por motivos de seguridad militar,
protegida por un sistema antibalísitco único el mundo, resulta tener pies de
barro como cualquier otro gigante. Los exploradores urbanos han detectado que la
mayor vulnerabilidad de la ciudad consiste en la incapacitación de sus enormes
escaleras eléctricas, que no están protegidas y cuyo acceso es fácil. Es posible
entrar al mismísimo Kremlin desde tales lugares.
Gracias a la información suministrada por Mikhailov y su grupo, el consejo
citadino de Moscú ha tomado en serio la posibilidad de un ataque subterráneo,
sobre todo con base en una experiencia sufrida por los Excavadores del Mundo
Subterráneo. Cuenta el explorador urbano que su grupo llegó a ver individuos
camuflados que llevaban máscaras y portaban potentes lámparas halógenas. Nadie
afirma conocer la identidad de estos extraños, ni lo que hacen en las
profundidades. "Si existe otra organización como la nuestra explorando las
profundidades, ¿quiénes son?" pregunta Mikhailov. "No se trata de una fuerza
militar ni policiaca. Los servicios de seguridad del estado reiteran que sus
efectivos no operan debajo de la ciudad".
Pero los niveles aún más alejados de la superficie contienen verdaderos
misterios: ríos y canales subterráneos, lugares llenos de cráneos y osamentas --
victimas de ladrones cuyos restos fueron descartados donde nadie los encontraría
--, un sistema férreo construido por el dictador Stalin para transportar
soldados y bombas de un lado de la ciudad a otro, laboratorios químicos
clandestinos que parecen haber sido abandonados después de algún experimento
fallido...pero esto no es nada en comparación con lo que vieron debajo de la
catedral de Cristo el Redentor.
Los exploradores urbanos descubrieron un refugio antiaéreo con tres mil butacas
situado justo por debajo de la iglesia. "Aunque no se nos permitió la entrada,
el deán de la catedral nos pidió que sacáramos un envase sellado y cubierto con
eslóganes comunistas. El deán se refirió al extraño envase como la "anticápsula",
empleando el mismo tono reservado para discusiones sobre el Anticristo?. Debajo
de la clínica Skliffasovsky, los exploradores urbanos vieron personas vestidas
como monjes, portando antorchas y rodeando un extraño altar de piedra,
realizando alguna especie de ritual y cantando. Al ver a los exploradores, los
"monjes" huyeron.
La principal meta de los Excavadores del Mundo Subterráneo, según su fundador,
consiste en localizar la biblioteca subterránea que supuestamente contiene la
colección de pergaminos y libros bizantinos trasladados a Moscú en 1472 como
parte del ajuar de bodas de la emperatriz Sofía Paleólogo. "Creemos que dicha
biblioteca se encuentra aún bajo Moscú, probablemente en una cámara construida
al estilo egipcio, y que aún resulta posible encontrarla junto con el tesoro que
Iván el Terrible obtuvo tras el asedio de Kazán".
Los secretos del abismo
El explorador urbano japonés Taiju Fubuki comenta que el peor peligro que ha
tenido que enfrentar en sus investigaciones ilícitas has consistido en ser
atacado por un perro salvaje y haberse cortado la muñeca con un pedazo de
vidrio. "En Japón", agrega, "nunca se sabe cuando la madera podrida en estos
lugares va a desmoronarse".
En un país rígidamente conformista como Japón, las correrías de Fubuki atentan
contra el orden establecido. El explorador y sus amigos recorren el casco urbano
de Osaka tomando fotografías a edificios en ruinas y estructuras abandonadas,
gozando de la sensación de que el tiempo se ha congelado mientras que exploran
lugares desocupados por décadas. Los exploradores japoneses no caben en una
categoría específica. "Hay los que están interesados en la arquitectura reciente
o antigua, hay los que gustan de tomar fotografías, y también hay bastantes
personas interesadas en el ocultismo". Fubuki pasa a explicar que los nipones,
al igual que los celtas, sienten fascinaciónn por los cuentos de fantasmas y que
"muchos de los exploradores urbanos son fundamentalmente cazafantasmas. Aunque
en definitiva he visto fenómenos misteriosos y extraños durante mis
exploraciones, y le saco fotos a todo, puedo decir jamás he fotografiado un
fantasma".
A juzgar por varias listas de internet dedicadas a la exploración urbana, existe
un marcado interés en lo paranormal por parte de los que practican este deporte.
Aunque muchos afirman que no hace falta darle matices sobrenaturales a la
exploración urbana, otros opinan lo contrario. La ciudad de Victoria (Columbia
Británica) supuestamente dispone de una extraordinaria red de túneles que se
remonta a la época de la llegada de los chinos a la costa del Pacífico
canadiense y estadounidense. Los túneles permitían el tráfico ilegal de chinos y
de opio, sirviendo posteriormente como casas de juego clandestinas. Algunos
exploradores, cuyos nombres no pasan de ser apodos en Internet, como en el caso
de "Creed", afirman que la mayoría de los túneles ha sido destruida por la
creación de cimientos cada vez más profundos para los edificios en la
superficie, pero los que sobreviven están siendo usados por los adeptos de
sectas extrañas. Esto no resulta sorprendente, ya que la secta a la que
pertenecía David Berkowitz, el infame "hijo de Sam" cuyos asesinatos en serie
conmovieron la urbe de acero en 1977, solía reunirse en el parque Untermeyer de
Nueva York, ocupando una estructura de servicio abandonada.
Además de los satanistas existen los adoradores de los supuestos "reptiloides"
que la tanto la ciencia ficción como la creencia paranormal colocan por debajo
de las montañas y ciudades del oeste de Norteamérica. Muy conocida es la leyenda
de la ciudad reptiloide que supuestamente existe bajo Los Angeles, California,
pero menos conocidos son los casos de encuentros con dichos seres en la
superficie y en las entradas a distintos túneles y minas abandonadas.
Según las tradiciones de la tribu Hopi, existió una raza de "hombres lagarto" en
las profundidades de la costa del Pacífico. Una de estas urbes estaba situada
bajo el monte Shasta. En 1972, un montañista afirmó haber visto un humanoide
reptiloide, vistiendo pantalones y camisa, desplazándose por las laderas.
En 1930, el ingeniero en minería Warren Shufelt indicó al periódico Los Angeles
Times que una civilización no humana de casi cinco mil años de edad existía
debajo de la ciudad, y que era necesario llegar a ella. Un jefe Hopi había
informado a Shufelt que los hombres lagarto tenían tablillas de oro que resumían
la historia del mundo, la creación de la humanidad, y la narrativa de su propia
especie. Aplicando sus conocimientos, Shufelt determinó que una de las cámaras
de tesoro se encontraba a 350 pies de profundidad debajo de la calle North Hill;
la cámara con las tablillas de oro estaba justo por debajo de la plaza Times-Mirror,
y que también existían respiraderos que apuntaban hacia el océano Pacífico.
Shufelt desapareció poco después de anunciar estos descubrimientos, y el asunto
quedó en el olvido. Décadas más tarde se descubrirían túneles bajo la ciudad,
pero se les ha asociado con estructuras creadas para la importación ilegal de
mano de obra china (como en el caso de Victoria) y posteriormente de alcohol
durante los años de la "ley seca".
A comienzos de los 90, la revista Strange Magazine publicó un mensaje enviado
por una mujer que había tenido un encuentro espeluznante en las profundidades de
su propio edificio de pisos.
En 1948, Virgina Staples vivía en Bremerton, Washington en un edificio con un
sótano de dimensiones superlativas. Los muros del sótano estaban llenas de
agujeros y el gerente del inmueble decía que era posible llegar a las aguas del
Pacífico mediante algunos de ellos. A la señora Staples le tocaba lavar la ropa
y secarla en dicha parte del viejo edificio, cuando un buen día sintió que algo
la miraba.
Al dar la vuelta, percibió una cosa horrenda que acababa de salir de uno de los
boquetes. "Era tan alta como yo (1,50m) y tenía un cuerpo anaranjado, piernas
como las de una araña y antenas sobre su cabeza que se movían de un lado a otro.
Aquello se movió en mi dirección y salí corriendo. Subí a mi piso e hice mis
maletas, mudándome para Seattle a casa de mi primo. Posteriormente fui a una
tienda de animales a ver si era posible ver algo que se pareciese remotamente a
lo que vi, y la única comparación era con un camarón. Tuve pesadillas terribles
durante muchos años. Hace unos años tuve el valor de visitar Bremerton de nuevo,
pero la marina de guerra ha expandido tanto que el viejo inmueble en la calle
Denny ha sido destruido. Nadie creería lo que estoy diciendo, pero juro a Dios
que así fue".
Aunque comenzamos a alejarnos de las experiencias de los exploradores urbanos de
nuestra época, cabe señalar que la lista de experiencias raras bajo nuestras
ciudades no tiene fin. Uno de los casos más significativos, según los trabajos
del investigador Ron Calais, sucedió en 1963 durante el derrumbe de una mina de
carbón en el estado de Pennsylvania, EUA. Los mineros Dave Fellin y Henry Throne
afirmaron haber visto cómo se abría la pared de una de las galerías de la mina
para revelar una "hermosa luz azul y una bellísima escalinata de mármol que
conducía a las profundidades" y unas personas ataviadas "de forma rara" que los
miraban extrañados. Tanto Fellin como Throne insistieron en que estaban
plenamente despiertos durante el incidente y que no se trataba de una
alucinación producida por el trance en que se hallaban.
Cinco años después, los obreros que excavaban un túnel para el metro de la
ciudad de Londres tendrían una experiencia parecida: trabajando debajo del río
Támesis, el obrero Lou Chalmers sintió que algo le tocaba la espalda. Al mirar,
comprobó horrorizado que se trataba de una figura gris con los brazos
extendidos. El fornido trabajador puso pies en polvorosa, diciendo
posteriormente, "no me detuve a ver detalles, sencillamente corrí". Otro
trabajador tuvo una experiencia tan estremecedora que subió a la superficie, se
tomó un trago en un pub cercano, y renunció al trabajo.
Según el veterano investigador Brad Steiger, un detalle más siniestro tomó lugar
durante otro derrumbe minero en 1936 -el famoso derrumbe de Moose River- cuando
los mineros atrapados en las galerías dijeron haber escuchado "risa como de
niños" y figurillas que se alejaban con lo que parecía un quinqué poco antes del
derrumbe. Los atrapados insistieron en que la risa infantil pudo escucharse por
espacio de 24 horas. ¿Delirio producido por el aire viciado, o duendes haciendo
travesuras mortales? Tal vez haya algo en las viejas leyendas germánicas sobre
los kobolds que compiten contra los humanos por las riquezas de la tierra, y que
dieron su nombre al mineral cobalto.
¿Habrán sido los kobolds responsables también de la desaparición de un minero
inglés en Bedlington Colliery, Northumberland? Las operaciones de dicha mina
carbonífera cesaron por una semana entera en 1928 mientras que las autoridades
intentaban establecer el paradero de un minero que había ido a la galería más
profunda para relevar a uno de sus compañeros. El desventurado nunca llegó y no
volvió a saberse de él, a pesar de que un lado de la galería estaba reforzado
con una empalizada de madera, más allá de la cual estaban las galerías viejas y
pozos llenos de agua. No había evidencia de que el desaparecido hubiera
intentado franquear esta división artificial, y que tampoco tenía motivos para
hacerlo. La sección abandonada de la mina fue explorada y se sondaron los pozos
sin obtener resultados.
Conclusión
La humanidad ha sentido fascinasen por el mundo desconocido bajo nuestros pies.
Nuestros antepasados lejanos se internaban en las profundidades en busca de
cobijo o para cazar animales salvajes, dando pie a toda suerte de leyendas sobre
monstruos que vivían en las entrañas de la tierra. Generaciones posteriores
crearon catacumbas para eludir la persecución religiosa y ciudades enteras como
la turca Derinkuyu para ser asolados por fuerzas beligerantes. No debe
sorprendernos que una nueva generación sienta interés genuino por estos
misterios, especialmente en el Tártaro de hormigón y acero que ocupa el fondo de
nuestras ciudades y los templos a la soledad que son nuestros edificios
abandonados. ¿Existe algo extraño bajo nuestros pies? La pregunta no tiene
respuesta fácil.
John Keel, en su obra maestra Las profecías del hombre polilla, comenta la
odisea de un tal Rex Ball -ingeniero estadounidense que afirma haberse
encontrado con una base subterránea bajo el manto granítico que cubre el estado
de Georgia. La instalación estaba poblada de "hombrecillos de aspecto oriental"
y algunos oficiales estadounidenses. Cuando su intrusión en esta enigmática base
fue detectada, uno de los oficiales dio la siguiente orden: "Háganlo quedar como
un loco". Ball despertaría posteriormente en un campo abierto, sin saber a
ciencia cierta lo que le había ocurrido. Keel opina que todo este fenómeno
parece obedecer la misma consigna: "Háganlos quedar como unos locos".
Escrito por Scott Corrales