En torno al volcán de Copahue se unen toda una amalgama de misterios que van
desde las misteriosas luces de sus lagos hasta los animales imposibles, extraños
seres y tribus desconocidas. Todo en un marco de belleza natural incomparable.
Mientras los kilómetros fluyen a través del Río Agrio, apenas acertamos a
adivinar hacia donde nos conduce la delgada línea de asfalto. Los Riscos Bayos
son una mágica puerta a las imponentes murallas de montañas que forman el ¨Cajón
del Agrio¨ de espléndida y monumental belleza. Ningún viajero puede resistirse a
detener su marcha, y contemplar la magnifica y paciente obra que durante
millones de años ha labrado el río entrela tierra rocosa.
Pero la magnitud de aquella imagen, apenas prepara los ojos para mayores y
formidables visiones. Y cuando las murallas se convierten en ventanas a campo
abierto, lo hacen para extenderse y dar cobijo a uno de los espectáculos más
atractivos de la Patagonia: el Caviahue con su lago y su villa de invierno, bajo
la sombra del Copahue, el vigilante volcán que domina el valle con sus nevados
riscos en aparente calma.
Tímidamente, la mano del hombre apenas deja ver su impronta entre los estrechos
senderos, con un puñado de casas y hoteles de aspecto alpino, preparados para un
turismo que busca el poder curativo de las aguas termales o disfrutar de los
incontables pequeños paisajes que ofrece la montaña.
Sin embargo hay algo más que un reducto turístico casi desconocido, una
naturaleza virgen y pródiga que entre sus senderos ascendentes nos lleva hasta
la misma cumbre del volcán descubriendo lagos escondidos, soledad ignominiosa e
incontable cantidad de recursos naturales. Allí también moran misterios, fuerzas
desconocidas que se aglutinan en la atmósfera, que no se reflejan en los
anuncios ni los escaparates y que el visitante descubre luego de ahondar en la
raíz misma del enigma.
El complejo Caviahue-Copahue entrelaza historias de luchas personales y la
ineludible relación del hombre con los misterios aun no resueltos de este mundo.
El Valle
En tanto las nieves del invierno se mantienen firmes hasta muy entrada la
primavera, la temporada estival ha significado desde hace décadas un momento de
encuentro.
Para los indigenas era un espacio sagrado tal como expresa su nombre pues
¨Caviahue¨ significa en lengua mapuche ¨lugar de propiciamiento, donde se gira
alrededor de un peñasco sagrado. Copahue significa ¨azufe para quemar en los
brazos¨ lo que denota los conocimientos que tenían los antiguos pobladores sobre
las propiedades curativas de las aguas termales de esta región. Fue recién en
1870 el médico Ortiz Velez consiguió que el Cacique Chenquel le permitiera traer
enfermos para tratamiento. Hoy en día, los mapuches arrean su hacienda y se
instalan allí durante el verano haciendo coexistir a los antiguos pobladores con
el turismo de temporada.
La fama del lugar fue creciendo lentamente y solo recientemente los caminos han
permitido un acceso sin dificultades al lugar pues, aunque parezca increíble, en
los años 30 las peripecias del terreno se sorteaban con autobuses trepando
marcha atrás.
Hasta algo más de una década atrás la explotación comercial de las termas del
volcán Copahue era todo el atractivo existente impulsado por el termalismo
preventivo; y cuando las primeras nieves empezaban a cubrir el suelo se producía
una importante migración que dejaba prácticamente despoblada toda la región.
Hoy la perspectiva turística a cambiado sensiblemente. Después de recorrer 17
kilómetros en sensible ascensión por un paisaje lunar, rocoso, carente de
vegetación y donde el desierto de montaña forma paisajes y rincones de singular
belleza, los vapores surgentes señalan la llegada al complejo termal. Allí se da
un singular microclima con aire puro y seco, baja presión atmosférica y gran
claridad ambiental en una altitud de 2.000 metros.
Misterios entre las montañas
Si bien ahora existe una población permanente que se extiende a medida que el
turismo invernal atrae más comercio, las infranqueables nieves del riguroso
invierno andino obligaban, tiempo atrás, a que los lugareños abandonaran sus
puestos alrededor del valle. De esas épocas los misterios vienen trasuntando la
barrera del tiempo pues el lugar propiciatorio, seguramente alentado en la
creencia mapuche sobre el poder curativo de sus baños termales, se consideraba
sagrado y donde muchos, aún hoy, han sido testigos de extraños fenómenos en las
aguas del Caviahue.
Los cuatro elementos: el aire, el agua, la tierra y el fuego, se unen para crear
una atmósfera encantada donde la energía del ambiente puede percibirse con todos
los sentidos. Y tal como ocurre en los antiguos lugares sagrados, las
narraciones de sus pobladores describen hechos que asoman a nuestra realidad
desde un aparente mundo mágico conjugando la leyenda y el folklore con
testimonios creíbles sobre fenómenos desconocidos.
Las aguas del lago parecen ser el marco predilecto para las manifestaciones de
los misterios del Valle del Caviahue. Irma Rivera y su esposo Pancho son dos de
los habitantes más antiguos de la villa, y nos relatan sus particulares
experiencias en la región.
Hace ahora 15 años, Irma se encontraba en compañía de otras cuatro vecinos,
cerca de la Hostería en la zona del puente sobre el Río Agrio que desemboca en
el Caviahue. Allí observó una serie de luces pequeñas de múltiples colores que
giraban sobre la costa. Así se mantuvieron durante varios minutos, hasta que
repentinamente formaron una "especie de tirabuzón" que se desplazó verticalmente
hasta perderse en el cielo.
Su marido, también fue testigo de luces extrañas en la zona. Pancho observó
luces que "parecían cuadrados flotando cerca del piso", o con "esferas de fuego"
de color rojizo que aparecían a mitad de montaña, subían y bajaban durante largo
rato. Algunas de esas luces -que parecían focos de linterna- llegaron a
colocarse sobre la ventana de un antiguo puesto durante una intensa nevada
aparentando el paso de personas que intentaban entrar al puesto.
El lago que canta
Felix San Martín, descendiente de uno de los primeros gobernadores de la
provincia, fue encomendado a habitar el valle para preservar los recursos de la
flora y fauna de la zona, cuando esta fue declarada de interés nacional. Su
puesto de observación se había levantado en un lugar conocido como "las Siete
Cascadas", muy cerca del actual camino de acceso a la villa. Su mujer, manifestó
haber escuchado en algunas ocasiones una extraña música provenir de las aguas
del Caviahue.
Buscando el origen del misterioso sonido, a altas horas de la madrugada, pudo
ver un impresionante juego de luces multicolores flotando a pocos metros de las
serenas aguas, como si una ciudad se hubiese estacionado en el lago. El
magnifico fenómeno fue visto una vez más antes de la salida del sol, pero con el
advenimiento de los pobladores permanentes las luces "dejaron de aparecer".
Las vivencias se mezclan de forma indeleble con las creencias mágicas, y las
aguas del lago parecen una fuente de imágenes increíbles, que desde los inicios
de la lucha del hombre por dominar su naturaleza, se expresan de diversas
formas.
De las profundidades del Caviahue, han sido observados animales que no deberían
estar allí, como caballos y toros de apariencia bravía, y hasta gente oscura
semejantes a negros africanos que huían de los observadores. Y no podía faltar
una entidad femenina asociada a esta agua, bautizada como ¨la sirena¨ que se
reitera en las referencias de los pobladores más ancianos del lugar.
El lugar del encuentro
La más importante reserva mapuche de la región se encuentra del otro lado de la
frontera, en la república de Chile. Desde la reserva Trapa Trapa, hombres y
mujeres realizan un difícil viaje a caballo durante cuatro horas para llegar al
valle y las termas con el propósito de comerciar sus productos artesanales,
tisanas y tejidos. Descienden de los mismos pobladores que antaño dominaban el
valle y bajaban a su lago durante el verano para el pastoreo de los rebaños.
Para ellos la frontera no es más que una línea imaginaria, pues toda esa tierra
fue su hogar aunque el progreso de la "civilización" prefiera confinarlos a
parcelas entre las montañas como si el espíritu mapuche, libre y orgulloso,
pudiera comprender la división impuesta por los hombres y sus políticas.
Amandina Manquepi, oriunda de Trapa Trapa, ofrece sus notables trabajos en
madera y en lana a los visitantes de las termas del Copahue. Elige un lugar
entre los humeantes puentes que cruzan las cálidas aguas burbujeantes saturadas
de azufre -que expiden un olor nauseabundo que se pega a las ropas y endurece el
cabello- bajo el implacable sol del mediodía. Sus manos cargan la sencilla y
esmerada mercancía cuyas ganancias son para asegurar el sustento diario que aún
en medio del desierto de montaña su familia necesita. Es una época dura para la
gente, en especial para los mapuches, cansados de la explotación y del
desinterés de los gobiernos por mantener sus tradiciones. Deben cruzar las altas
montañas, con frío extremo o sol agobiante, con esfuerzo y riesgo para obtener
un puñadito de dólares.
Pero en su silencio tímido ante el turista, Amandina esconde experiencias que
muchos de nosotros pagaríamos por vivir. Ella asegura haber visto a uno de los
seres más enigmáticos de toda la cosmogonía indígena sudamericana, el
anchimallen, entidad antropomorfa pequeña que se describe como un niño cabezón
relacionado con las machis (curandera o médico brujo de una comunidad indígena).
Estos extraños seres suelen aparecer -según la tradición- los martes y los
viernes, días de magia.
El anchimallén, tal y como hemos escuchado en otras regiones cercanas, a veces
es una luz titilante, como una ¨linterna de pilas gastadas¨ que transita las
montañas "saltando como un conejo" o mostrando su silueta desnuda ante el
azorado observador. Esa luz puede ser amarillenta o a veces.
Leyenda, tradición, o un fenómeno pendiente de resolución, el relato de Amandina
Manquepi es contundente al señalar que su último encuentro con la luminosa
entidad lo tuvo a principios de este año, demostrando la incómoda contradicción
de nuestras valoraciones sobre las creencias del habitante rural. Y suele ser
pasmosa la naturalidad del encuentro que se describe, como si fuera una parte
más del paisaje, sin atender las líneas divisorias entre lo creíble y lo
extraordinario.
De algunas de las mujeres de la misma comunidad recogimos relatos similares, sin
que ellas atendieran demasiado nuestro asombro. Y hasta se mostraron
sorprendidas, y hasta risueñas, por el interés que un grupo de hombres tenía por
aquellos seres enigmáticos tan "alejados de los gringos".
En los infinitos caminos del valle, del Cajón del Agrio y de los puestos que
aquí y allá marcan la presencia humana, esas referencias se enriquecen y
reiteran. Tal es el caso de Óscar, el mecánico de la villa quien, dice haber
tenido un encuentro parecido con el diminuto visitante de la noche.
En el mismo sendero de la magia, las entidades luminosas y las luces reconocidas
en mapuche como cherrube transitan la región sin importar las consideraciones
humanas sobre su esencia.
La Búsqueda individual
Sobre el camino que haciende a las termas se levanta una pequeña cabaña
convertida en Casa de Té. El negocio es atendido por Higinio del Monte, radicado
definitivamente allí a partir del año 93, fecha en que el gobierno le propuso
regentear el camping.
Conocedor de las inmediaciones desde la década de los 70, Higinio se relacionó
en su juventud con el Padre Molina, fundador del Museo Patagónico de Río
Gallegos, quien se hallaba profusamente ilustrado sobre antropología y
paleontología y de quien asimiló además el interés por la historia del sur
argentino, en especial por la de Caviahue - Copahue luego de su asentamiento.
Con criterio y paciencia, aprovechando su amplia experiencia, la casa de té se
esta convirtiendo en un pequeño museo donde se pueden encontrar desde amonites
prehistóricos, restos de ictiosauros hasta puntas de flecha y ornamentos
utilizados por las etnias indias más antiguas.
Ese interés le ha servido para localizar recónditos parajes donde se hallan
pinturas rupestres preservadas en los farallones de las montañas lejos de las
manos predadoras del forastero y a la espera de una infraestructura que
garantice la seguridad de dichas obras.
Abierto al interés de la gente, Higinio orienta al viajero sobre las tradiciones
mágicas y los lugares de poder que, en herencia de la tradición, condujeron a
innumerables generaciones a ofrendar y ceremoniar a las innegables fuerzas que
dominan el paisaje.
Las líneas que unen los misterios y la historia del lugar, convergen en los
habitantes más antiguos, en los humildes puestos cuyos moradores son capaces de
sorprender con sus historias y relatos. Higinio sostiene que las fuerzas que
moran allí no se las encuentra fácilmente en otras regiones del mundo por eso el
estado de bienestar que sienten los visitantes son cuna perfecta para ventilar
el alma de las presiones urbanas y punto indicado para tratar afecciones que las
aguas de la tierra viva pueden aliviar.
En la búsqueda de zonas activas dentro del panorama OVNI hemos encontrado puntos
de encuentro entre tradiciones y experiencias recientes. Hay una insoslayable
relación entre unos y otros que, lejos de justificar la magia, demuestra que la
percepción humana es capaz de percibir fuerzas desconocidas bajo diversas
formas. Los OVNIs y los seres de leyenda comparten el mismo escenario, producen
estímulos semejantes y es imposible establecer una línea divisoria conceptual
que explique ambas manifestaciones con causas diferentes. Es posible que de
haber una inteligencia tras estos eventos produzca, casual o deliberadamente,
una multiplicidad de imágenes que forman la cosmogonía de una sociedad rural.
Con todo podría catalogarse a cada visión apenas de ingeniería de la imaginación
campesina.
Sin embargo, el 18 de febrero, siendo las 22 horas, por espacio de un minuto
algunos de los que allí estabamos pudimos observar una lejana luz blanquecina
encenderse a mitad de un cerro, como una estrella de primera magnitud. Por unos
instantes pareció elevarse, apenas nos dio tiempo para intentar una fotografía
que nada mostró, pero allí estaba, tal cual don Pancho Rivera la había descripto.
Unos momentos de certificación que nos impregnó el sinsabor de la brevedad, pero
se dejó ver mostrando la fragilidad entre esas líneas sobre las que el hombre
divide las experiencias ajenas y las cataloga.
El volcán duerme con sueño liviano, esbozando cada tanto un tronar estremecedor
que alerta al hombre sobre las incontrolables fuerzas que viven en su interior.
Su ultimo síntoma de vitalidad se vio en el año 95, época de notables
acontecimientos OVNI en todo el sur patagónico.
Algunos sostienen que las energías resultantes de la actividad telúrica son
generadoras de raros efectos atmosféricos y perceptivos, sin embargo es lícito
preguntarse si cualquier otra "fuerza exterior" se aproveche de esas potentes
cargas para un propósito desconocido.
Como esta todo por hacer y descubrir hacen falta espíritus inquietos que se
aventuren sobre los enigmas de nuestro tiempo acercándose a lugares como éste
donde la tierra y el aire, el fuego y el agua, agudizan los sentidos y proponen
perspectivas diferentes sobre lo que creemos establecido. El esplendor del valle
y su misterio tiene las puertas abiertas a los exploradores. En la voluntad del
viajero suele estar el tipo de camino que se ha de seguir.
Escrito por Carlos Fernandez