El Árbol de la vida es el símbolo fundamental en la tradición mística -cablística- judía. Hace referencia al Árbol de la Vida del jardín del Eden -Gen. 2:9- del cual podía comer, libremente, antes de la Caída, el hombre arquetípico, y vivir para siempre.
El Árbol de la Vida, diferente del Árbol prohibido del Conocimiento del Bien y del Mal, expresa la conexión del ser humano con la Luz infinita, que constituye el plano de la esencia, frente a la multiplicidad de sus manifestaciones.
El Árbol hunde sus raíces en el fértil suelo de lo Inmanifestado. Su tronco y sus ramas crecen a través de todos los cielos, de todos los mundos, y florece en multitud de seres. Hasta los lugares más apartados son alcanzados por su savia nutricia. Esta savia, el agua viva, se convierte en portadora y sustentadora de la vida, y en símbolo de la vida misma.
Mediante este símbolo la Cábala nos comunica que todo el gigantesco entramado de la manifestación esta estructurado como un conjunto orgánico que participa de una vida única.
Así como existe un Árbol de la Vida macrocósmico existe uno microcósmico, interno. El conocimiento de nuestro Árbol, el cual se configura en el momento del nacimiento, nos permite conocer una parte importante de los componentes de nuestra personalidad. Nos habla de tendencias y trabajos que hemos de realizar en nuestro camino de regreso al Padre.
Cada esfera del Árbol la tradición la llama Sefirot. Unas pueden estar más activas que otras. Entre ellas existen unos caminos, unos senderos, que hemos de recorrer. El camino se recorre mucho mejor cuando sabemos a donde vamos y como ir.
Uno de los medio de trabajar con el Árbol de la Vida es según los criterios de la cábala cristianizada. Así la esfera llamada Tiferet es el Cristo interno. Tiferet es una esfera fundamental en el camino de retorno.
Profesor Anauel
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