Nadie puede ver el error en otros sin abrigarlo en su alma.
La realidad de ser hijos de Dios lleva implícito el hecho de que todos somos hermanos espirituales. Por lo tanto, lo que censuramos y condenamos en otros, inconscientemente lo abrigamos en nuestro corazón.
Bajo ciertas circunstancias, nos es mucho mas fácil observar nuestras falencias cuando otro nos las reflejan.
Esto no significa que si al observar a un homicida sentimos odio y repulsión, nosotros seamos homicidas en potencia.
La verdad es que al faltarnos crecimiento en el amor, el error de nuestro hermano nos despierta el odio que subyace dormido en nuestro corazón .
Este odio y repulsión, lejos de beneficiarnos y de ayudar al hermano en cuestión, lo sumerge aun mas en el error.
Quitando la atención del error y fijándola en el verdadero aspecto real y eterno de nuestros hermanos, nos beneficiamos y los ayudamos.
Aunque la presencia física pudiera denotar lo contrario, todos estamos creados a la imagen y semejanza espiritual de nuestro Padre-Madre-Amor. A medida que la reconozcamos en nosotros y en nuestros hermanos, ella ir precipitando la perfección en todos nuestros pensamientos, palabras y obras.
Es improbable que una conciencia limpia de error pueda
detectar y juzgar el error en otros.
El maestro Jesús en cierta ocasión caminaba junto a sus apóstoles, estos observaron un perro muerto que presentaba signos de avanzada putrefacción, el dulce maestro comenta: Que hermosos dientes tiene, parecen perlas!".
A través de la pureza que reflejaba su alma, al maestro Nazareno le resultaba imposible observar otra cosa que no fuera la perfección.
A medida que se avanza por el sendero del crecimiento espiritual, se van purificando los sentidos, al grado de poder observar solo la perfecta creación de Dios en todo lo circundante.
La luz solo conoce a la luz y nada sabe de la oscuridad.
Artículo ofrecido por la Vidente Luz de los Videntes .com