"Sois jinas, Alá os ha enviado como respuesta a nuestras súplicas?", nativos
del desierto mauritano tomaron a un grupo de voluntarios españoles por ángeles
enviados por Alá. Esta es la historia de una misión humanitaria donde el Africa
Blanca se fusiona con el Africa Negra; la Ruta de la Luz de CIONE. Una aventura
en el desierto del Sahara, con objeto de traer la luz, a los que vivían en la
tinieblas? ¡Milagro, milagro! Después de diez años de tinieblas, los ojos de
Mushaleb volvían a ver la luz. Mushaleb, un criador de camellos de unos 40 o 50
años -como la mayoría de los hombres del desierto desconocía su edad exacta-,
había perdido la vista a causa de una pequeña herida infectada en el ojo, una
cruel catarata, y el demoledor efecto de los rayos del sol en el Sahara.
Con unas simples gafas de sol y una sencilla cura a tiempo, se habría ahorrado
la angustia y el dolor de vivir la ceguera en el árido desierto. Y tras diez
años de tinieblas, de pronto, un buen día, unos extraños hombres blancos
llegados de más allá de las dunas del norte, habían obrado el milagro. Mushaleb
había sido conducido por su familia a la capital, Noachott, tras varios días de
viaje.
Allí, confuso por la anestesia, había sido acostado sobre una camilla, y rodeado
por un extraño resplandor -la luz del quirófano- que solo podía intuir por el
calor que despedía. Durante varios minutos la manos del hombre blanco -y el más
sofisticado instrumental quirúrgico- manipularon sus ojos con una extraña magia
y 48 horas después, los primeros rayos del sol comenzaron a iluminar una pupila
que las cataratas habían cegado durante 10 años.
Aquellos hombres blancos, sin duda poderosos Marabús (curanderos), decían venir
de un extraño lugar llamado España, pero Mushaleb, que tan solo había conocido
las dunas del desierto como las fronteras que rodeaban su mundo conocido, no
conocía ese extraño lugar. Mushaleb sabía que la verdad era otra. Aquellos
hombre blanco eran jinas, espíritus del desierto enviados por Alá como respuesta
a sus plegarias. Porque Mushaleb había sido un hombre piadoso, obediente devoto
del Corán y de la Ley del Profeta, y aquellos ángeles blancos capaces de
devolver la vista a los ciegos eran la respuesta a sus oraciones. Alá es grande.
Aventureros solidarios
La Ruta de la Luz es un sueño hecho realidad por una Cooperativa de Opticas,
CIONE, que entre sus miembros cuenta con varios aficionados a la aventura. Uno
de ellos, Carlos de la Bella, además de optometrista es un consumado viajero.
Las ruedas de su potente 4x4 han levantado el polvo de Petra (Jordania), de las
ciudades perdidas de Marruecos o del desierto del Sahara en docenas de
ocasiones. Y fue en uno de esos viajes por la República Islámica de Mauritania,
cuando la excitación de la aventura mengua, y la adrenalina nos permite ver la
situación social que nos rodea, que Carlos se percató de que no era un intrépido
y audaz aventurero rodeado de alegres nativos.
Sino más bien un extraño en un mundo marginal lleno de angustia y necesidades. Y
como óptico que es , lo que primero llamó su atención fue la terrible situación
en que vivía miles de mauritanos ciegos, o semiciegos, a causa de infecciones
oculares mal curadas, cataratas que podrían sanarse en media hora de quirófano,
o quemaduras oculares debidas al feroz sol del desierto, que con unas simples
gafas de sol no serían tales. Por no hablar de los niños, cuya malnutrición, y
enfermedades como el paludismo o la malaria, favorecen la ceguera en pocos años,
condenándolos a unas tinieblas cada vez más intensas andes de llegar a la
madurez.
El desierto es un medio duro. Y perder la vista en ese contexto geográfico puede
suponer un riesgo mortal. Por eso Carlos adquirió un compromiso moral con
aquellos hombres del desierto -cuya hospitalidad es legendaria- que con tanta
amabilidad lo habían recibido a su paso por las jaimas tuareg en tantas
ocasiones. "Pensé que ya estaba bien de viajes de aventura por el puro placer de
la aventura -confiesa Carlos de la Bella a MÁS ALLÁ de la CIENCIA- y se me
ocurrió que era mucho más útil invertir esos viajes en una misión humanitaria,
intentando ayudar a toda aquella gente en lo único que yo se hacer, trabajar con
los ojos".
Carlos, y otros compañeros ópticos, plantearon a su cooperativa un sueño, una
ambiciosa expedición humanitaria por el desierto del Sahara, curando y operando
a los ciegos que encontrasen a su paso. Un proyecto absurdo, una utopía, un
sueño? pero los sueños sueños son, hasta que decidimos hacerlos realidad. Y
nada, absolutamente nada que podamos soñar es irrealizable. Gracias a la
sensibilidad de CIONE, y a la infraestructura que la ONG Tierra de Hombres
poseía en Mauritania -donde mantiene clínicas pediátricas hace años- el sueño de
Carlos y sus compañeros comenzó a hacerse realidad.
Nuevos viajes a Mauritania para trazar las rutas, un primer proyecto piloto en
1995, más viajes de entrenamiento, y una minuciosa selección de los voluntarios
que se desplazarían al desierto completaron los preparativos. Así, a finales del
pasado septiembre 6 ópticos optometristas, 2 médicos especialistas en Africa, 2
cirujanos oftalmólogos, y casi veinte voluntarios (pilotos, conductores,
aventureros con experiencia en África, etc) se reunían en Madrid para partir
hacia el desierto donde permanecerían un mes recorriendo las áridas dunas del
Sahara para dar luz a los ciegos.
Escrito por Manuel Carballal
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