En las sociedades contemporáneas de tipo occidental, el tema de la muerte es un tabú. Pese a que todos morimos y pese a que todos y cada uno de los habitantes del planeta nos interrogamos sobre este importante acontecimiento, el saber de nuestra época no se ocupa de la muerte. Para él parece que la muerte no existiera, o que no se supiera nada al respecto, o que tampoco se pudiera investigar acerca de la misma. Esta actitud, unida a la generalizada pérdida de vigencia del cristianismo que daba una idea de lo que ocurría después de la muerte (aún cuando las nociones cristianas al respecto ni estaban suficientemente desarrolladas ni satisfacían la activa mentalidad racionalista de la época), ha hecho que todos acudamos sin preparación alguna a la obligada cita con nuestra propia muerte. La común ignorancia sobre el hecho al que llamamos muerte produce angustias incontables: nos resistimos inútilmente a morir considerando la muerte un mal y no una liberación o un paso adelante; hacemos del desconocimiento sobre qué sea la muerte un argumento que niega otra vida distinta a la vida física; incluso quienes creen en el Más Allá suelen confundirse sobre su naturaleza y pretenden, por lo general, perpetuar su personalidad psicológica individual. Las actitudes que niegan el Más Allá o confunden su naturaleza, generan energías que perjudican en primerísimo lugar a quienes las sustentan; tanto en esta vida como, sobre todo, en la otra. Con ser grande este perjuicio, es peor para el sujeto enfrentarse al mundo post-mortem sin la menor idea de lo que está pasando. El menor de los males es el desconcierto general, y la angustia que de ello se deriva, ante un orden de existencia completamente nuevo donde rigen leyes muy diferentes a las del recién abandonado mundo físico al que se está acostumbrado. Incluso el sujeto puede ignorar que ha muerto. En el Más Allá encontrará entidades astrales que le producirán terror porque desconoce su naturaleza. Debería conocer las fuerzas existentes en ese plano para evitar que le lleven a transformarse en un ser repugnante, transformación cuyas consecuencias será el primero en padecer. Le sería útil saber si, aún muerto, puede estar con los suyos, así como la forma de hacerlo y la oportunidad o no. Le será conveniente poder reconocer a los guías que acuden en su auxilio. Y saber como quemar sus deseos no agotados para morir por segunda vez, ahora en el astral, y nacer a la vida gloriosa de los cielos. Queremos contribuir, aún muy modestamente, a que algunos de nuestros semejantes tengan nociones, por rudimentarias que sean, de qué hacer después de muertos. Quien las lea las creerá, no las creerá, las considerará meras hipótesis, o se reirá de los autores y de nosotros que los difundimos. Poco importa. Quedarán más o menos grabadas en su memoria en un grado u otro de comprensión. Como todo lo que le pasó en la vida física, el recuerdo reaparecerá en el astral tras la muerte física. Allí este recuerdo le será útil. Sobre el tema nos parecen útiles los libros siguientes, que, aunque se pueden leer independientemente, quizá sea preferible abordar en un cierto orden. 1. Primero, Constitución septenaria del hombre, de Annie Besant, que explica como estamos hechos, nuestra “anatomía” por así decirlo, lo que nos permitirá entender que las afirmaciones sobre los estados post-mortem y sobre las relaciones del mundo de los vivos con el de los muertos, no son fruto de ningún capricho o fantasía, sino resultado de la constitución del ser humano y de los diversos mundos existentes. 2. Segundo, Más allá del umbral, de Jacob Lorber, que explica qué es lo que ocurre en el momento de la separación del cuerpo y “el alma” en el momento de la muerte a este mundo, mediante la tipificación de los modelos de personalidad más frecuentes. El Bardo Thodol o Libro tibetano de los muertos, contiene explicaciones sobre lo que acontece hasta el decimotercer día después de la muerte física. Procedentes del mundo de la ciencia médica contemporánea, tenemos algunas descripciones sobre los estados post-mortem enteramente válidos en muchos de sus aspectos y coincidentes con todas las enseñanzas tradicionales. 3. Tercero, El plano astral, de C.W. Leadbeater, que describe minuciosamente ese mundo en el que nos toca vivir inmediatamente después de la disolución física. Cuarto El Devachán de C.W.Leadbeater (al que pusimos el título de Los siete Cielos, más accesible para nosotros) en el que se analiza el tercer mundo por el que tenemos que pasar después del físico y del astral, mundo este último en el que también moriremos una segunda muerte. Una descripción bastante amplia y detallada de estos cielos se encuentra en la obra Obispo Martín, el desarrollo de un alma en el más allá, de Jacob Lorber, que analiza la evolución espiritual de las almas fuera del mundo físico. La obra del mismo autor Roberto Blum, del infierno al cielo, trata del mismo tema, pero la evolución en el más allá no es la del alma de un obispo sino la de un revolucionario fusilado en Austria en 1848. 4. El ciclo se cierra y completa para empezar uno nuevo en la vida física, que describen dos trabajos: La Reencarnación y La muerte, ¿y después? (ambos de Annie Besant) . En ellos se estudia el significado, las causas, el objeto y los mecanismos de la reencamación. En el Bardo Thodol antes citado se contienen igualmente muchas instrucciones sobre el renacimiento, su proceso, visiones acerca del lugar del renacimiento, etc. No podemos dejar de citar el magnífico trabajo de E. Swendemborg Cielo e infierno, el cual describe de manera general las condiciones de existencia del cielo, del infierno y del mundo de los espíritus. Los autores son todos suficientemente conocidos para que nos extendamos aquí sobre ellos: el lector encontrará no obstante una breve nota biográfica y bibliográfica sobre los mismos en cada publicación. Las obras han sido reproducidas tal cual fueron escritas, sin arreglos ni refundiciones; son copial fiel de las publicadas en vida de los autores y bajo su control ya que fueron supervisadas por teósofos e impresas por editoriales teosóficas. Queremos agradecer a José Manuel Mora Huerta no solo el que nos facilitara los originales de algunos de estos libros, sino también y sobre todo su actitud cuando, para hacer posible esta edición, hubo que destrozar un libro antiguo al que tenía particular afecto: -Rómpelo -dijo- este libro fue hecho para difundir los conocimientos que encierra. De esa rotura, lector, surgió el libro que tienes en las manos. ¡Pudiéramos romper nosotros igualmente sea lo que fuere, material o no, en ayuda de nuestro prójimo! Miguel Angel Muñoz, en colaboración con la Profesora Naina, Vidente y Astróloga
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