El destacado psicólogo Charles T. Tart apunta al respecto que "no cabe la
menor duda de que ciertos aspectos de la mente y de la consciencia dependen,
parcial o totalmente, del funcionamiento del cerebro y del sistema nervioso. No
obstante, existen ciertos fenómenos que parecen un tanto independientes de las
limitaciones físicas impuestas por el cerebro y nos obligan a afrontar el
problema desde otra perspectiva".
Así, la visión remota, la proyección extracorpórea y las experiencias cercanas a
la muerte (ECM) evidencian que la consciencia no se reduce a nuestro marco
físico-tridimensional sino que puede trascender las fronteras del espacio y el
tiempo e incluso expandirse a otros niveles de la realidad. "La expansión de la
consciencia implica un desarrollo gradual, una evolución histórica que va de lo
inconsciente a lo consciente, de lo inferior a lo superior, de lo individual a
lo social, de lo personal a lo transpersonal y de lo transpersonal a lo
universal", afirma Ana Mª González Garza, profesora de psicología en la
Universidad Iberoamericana de México.
Estas teorías conocidas como "interaccionistas-dualistas", que sugieren que
nuestro yo consciente y el cerebro son entidades independientes aunque
interactúan entre sí, se fundamentan, entre otras cosas, en dos razones: la
primera, en que las leyes de la física, química y biología no ofrecen ninguna
pesquisa sobre el surgimiento de esta entidad inmaterial llamada consciencia (al
menos, su existencia es incompatible con las "leyes naturales" que nos presenta
hoy la ciencia materialista); y la segunda, en que los biólogos evolucionistas
no han sido capaces de explicar el desarrollo gradual de la consciencia ya que
consideran a ésta causalmente inefectiva.
En este punto, deberíamos reflexionar, como propone el filósofo y premio Nobel
de Medicina John C. Eccles, sobre los grandes interrogantes que subsisten
respecto a la acción de nuestro cerebro, a su relación con la mente, a la
creatividad de nuestra imaginación y a la singularidad de la psique.
La mente profunda
El neuropsiquiatra austriaco Sigmund Freud, uno de los principales fundadores de
la psicología moderna, introdujo a finales del siglo XIX el concepto de
"inconsciente" para designar "aquellas representaciones latentes de las que
tenemos algún fundamento para sospechar que se hallan contenidas en la vida
anímica". Casi toda nuestra actividad psíquica procede de esa zona sumergida de
nuestra mente. Pero ¿se halla en un lugar determinado del cerebro?... Según
algunos neurocientíficos como Jonathan Winson, el inconsciente estaría
localizado en una región primitiva del cerebro (que implica al hipocampo, al
sistema límbico y a la corteza frontal) cuyo mecanismo surge en el comienzo de
la evolución de los mamíferos y que resultó fundamental para la supervivencia.
Sin embargo, como apunta el Dr. Charles Brenner, "nadie ha demostrado todavía la
analogía eléctrica o química de un pensamiento, y justamente es el pensamiento
lo que ocupa totalmente al psicoanálisis". De lo que no hay duda es que nuestros
deseos, complejos, miedos, sentimientos e instintos (pulsiones) descansan en el
inconsciente, el cual condiciona, en buena medida, nuestra personalidad. Por un
sentido ético y racional, esos contenidos mentales inconscientes son censurados
y reprimidos, aunque luchan por hacerse conscientes (a través de los sueños
consiguen una vía de escape expresándose mediante un lenguaje simbólico).
El estudio psicoanalítico de los sueños y las investigaciones sobre sujetos
neuróticos sirvió a Freud para dar un enfoque terapéutico a esta nueva
psicología del inconsciente. Sin duda, la doctrina freudiana -que ha sido muchas
veces objeto de controversia por su defensa de la hipnosis y por su particular
interpretación de la sexualidad infantil- ha realizado una notable aportación al
conocimiento del mundo psíquico y, por ende, ha servido para profundizar más en
el complejo comportamiento humano.
Pero no sólo existe un inconsciente individual. El psicólogo suizo Carl Gustav
Jung, discípulo de Freud, consideró que también hay un "inconsciente colectivo".
Con dicha denominación, Jung se refirió a una especie de sustrato o "archivo"
psíquico universal que contiene imágenes simbólicas esenciales ("arquetipos"),
común a todas las culturas, que se han ido manifestando a lo largo de las épocas
en las creencias religiosas, la mitología, el esoterismo, las leyendas, los
sueños y también en el arte. "He elegido la expresión 'colectivo' porque este
inconsciente no es de naturaleza individual -escribe Jung-, sino general, es
decir, que en contraste con la psique individual tiene contenidos y modos de
comportamiento que son los mismos en todas partes y en todos los individuos. En
otras palabras, es idéntico a sí mismo en todos los hombres y constituye así un
fundamento anímico de naturaleza suprapersonal existente en todo hombre...".
Un nuevo paradigma
Algunos científicos contemporáneos como el neurofisiólogo Karl Pribam o el
bioquímico Rupert Sheldrake han enunciado ciertos postulados revolucionarios
sobre el cerebro y la psique humana en los que está muy presente la noción
junguiana de la "mente grupal". El primero de ellos formuló, a principios de los
setenta, una sugestiva teoría según la cual el cerebro opera como un holograma,
teniendo acceso a un todo mayor. Su "modelo holográfico del cerebro" considera
que la memoria y la inteligencia no se encuentran en un área determinado del
cerebro sino que están esparcidas por todo él. Cada parte contiene al todo, como
ocurre en una placa holográfica.
Esta teoría se vería apoyada poco después por los trabajos del físico David Bohm
sobre el "orden implicado", quien también consideraría el universo como una
especie de holograma (emergió así una nueva concepción de la realidad que se
conoce como "el paradigma holográfico" y que cuenta cada vez con más
partidarios). Sheldrake, por su parte, publicó en 1981 una interesante y
polémica obra titulada Una nueva ciencia de la vida en la que exponía su
hipótesis de la "causación formativa", según la cual la memoria es inherente a
la naturaleza y no, por tanto, un producto del cerebro.
Este científico heterodoxo plantea asimismo la existencia de una memoria
colectiva -a la que denomina "campos morfogenéticos"- que actúa más allá del
espacio y del tiempo, determinando los hábitos, formas y conductas de los seres
vivos, y transmitiendo además a cada organismo el conocimiento acumulado por su
especie. "Según esta teoría, los recuerdos no deben estar necesariamente
almacenados en el interior del cerebro puesto que los hábitos y los recuerdos de
acontecimientos pasados concretos pueden ocurrir por resonancia mórfica con
estados anteriores del mismo organismo", argumenta Sheldrake.
Facultades PSI
Tanto Freud y Jung, como posteriormente Pribam y Sheldrake, se sintieron
atraidos por los fenómenos fronterizos de la mente. Sus investigaciones les
llevaron irremediablemente al mundo de lo paranormal. Los padres de la
psicología moderna no sólo estudiaron ciertos fenómenos inexplicables, sino que
fueron protagonistas de algunos de ellos (Freud escribió en 1921 un interesante
artículo titulado Psicoanálisis y telepatía y Jung recogió varios casos
paranormales en su obra autobiográfica Recuerdos, Sueños, Pensamientos de 1961;
fueron además miembros de la célebre Society for Psychical Research de Londres).
En cuanto a la teoría de Karl Pribam, si nuestro cerebro puede acceder a una
"esfera de frecuencia holística", fuera de nuestros límites espacio-temporales,
cobra sentido facultades como la telepatía, la "visión remota" o la psicokinesis,
y experiencias trascendentes como los "estados místicos". "Si tenemos ESP o
fenómenos paranormales -asegura Pribam-, eso significa sencillamente que estamos
leyendo en otra dimensión en ese momento. No podemos entenderlo a nuestra manera
corriente". Por su parte, Rupert Sheldrake afirma que "la hipótesis de la
causación formativa quizás pueda proporcionarnos un puente entre la ciencia y
los fenómenos parapsicológicos". Ciertamente, fenómenos como la clarividencia,
la retrocognición o la sincronicidad pueden tener también una explicación
natural bajo ese novedoso enfoque teórico.
Pero ¿realmente hay evidencias de que nuestro cerebro posee facultades
extrasensoriales? ¿existe una energía psíquica capaz de ejercer una acción sobre
la materia?... Recientemente se han cumplido 130 años desde que comenzara lo que
por entonces se conoció como la investigación metapsíquica (precursora de la
Parapsicología). Numerosos médiums de la época fueron sometidos a minuciosos
exámenes por destacados científicos como William Crookes, premio Nobel de
Física, o Charles Richet, premio Nobel de Medicina. Aquellos ilustres pioneros
reconocieron la realidad de los fenómenos extraordinarios y determinaron que
tenían un origen psíquico. Apoyado en la teoría del "inconsciente", el filósofo
Frederic W. H. Myers elabora en 1895 la hipótesis del "Yo-subliminal", un nivel
psíquico en el que pueden conectarse diversas mentes, explicando así los
fenómenos telepáticos.
Pero la investigación de los fenómenos PSI no alcanzó un valor verdaderamente
experimental y científico hasta la década de los treinta, cuando el biólogo y
matemático Joseph B. Rhine aplica el método estadístico para medir las
capacidades psíquicas de algunos sujetos, englobadas bajo los nuevos términos de
"Percepción Extrasensorial" (ESP) y "Psicokinesis" (PK). Desde entonces, la
Parapsicología -que logró el esperado reconocimiento científico en 1969- ha ido
avanzando, aunque lentamente y sorteando muchos obstáculos, en el conocimiento
de las facultades latentes de nuestra mente. No obstante, seguimos sin aclarar
si esa supuesta energía ("telergia") que produce los fenómenos paranormales
tiene su sede funcional en alguna región concreta de nuestro cerebro. Unos
consideran que el lóbulo temporal está implicado en la fenomenología paranormal
(Michael Persinger, 1989). Otros, en cambio, suponen que es el tálamo, como por
ejemplo el equipo de investigación "Hipergea" de Barcelona.
En 1985 intentó ofrecer una respuesta: "El oxígeno de las neuronas talámicas del
cerebro es el factor desencadenante de la fenomenología paranormal". Una
conclusión que no ha podido ser confirmada y que deja sin explicar aquellos
fenómenos PSI que trascienden los límites temporales y espaciales. Hace ya
varias décadas que el propio Dr. Rhine mantenía sus dudas a este respecto,
sosteniendo que el factor PSI no es de naturaleza física. En su excelente libro
El Nuevo Mundo de la Mente (1953) el padre de la Parapsicología Científica
manifestaba: "En alguna parte del organismo debe haber incluso lo que en cierto
sentido podría llamarse una localización, un lugar más identificado con psi que
cualquier otro. Eso no quiere decir que tenga que existir un órgano receptor
específico o una zona determinada del cerebro".
De todas formas, la idea de una "transferencia de energía" está quedando
relegada desde que irrumpió la teoría holográfica de Pribam y Bohm. Esta última
propone que "el cerebro es un holograma que percibe y participa en un universo
holográfico". Por tanto, si en el "nivel implicado" todas las cosas y
acontecimientos están interconectados, no hace falta que recurramos a modelos
explicatorios basados en campos energéticos para explicar los fenómenos ESP y PK.
Aquí cabría hablar más bien de "unidades de información" (Stanley Krippner,
1978).
Sin duda, el estudio de los fenómenos paranormales está contribuyendo a ahondar
en aspectos hasta ahora desconocidos de la mente humana. Es, pues, importante
seguir investigando a fondo estas cuestiones, siempre con un espíritu abierto
pero a la vez crítico, y conseguir un mayor apoyo multidisciplinar. Y es que,
como reconoce el eminente catedrático de Psicología José Luis Pinillos, "en el
fondo, todo este inquietante mundo de la comunicación telepática, de la
percepción extrasensorial y de las premoniciones constituye una advertencia, una
invitación a la humildad para los psicólogos demasiado orgullosos de su ciencia,
y representa también un reto al ingenio humano"...
Escrito por Moises Garrido
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