"El cerebro es el secreto mejor guardado de la naturaleza". 
Eric Kandel, neurocientífico.
El célebre médico francés Alexis Carrel llegó a decir que "de todas las cosas 
que el hombre conocerá, la última probablemente será él mismo". Y estaba en lo 
cierto. No obstante, puede que el hombre jamás llegue a descifrar del todo su 
órgano más complejo y perfecto: el cerebro. ¿Cómo se origina la actividad 
mental? ¿Dónde se almacenan los recuerdos? ¿Por qué somos conscientes de nuestro 
propio yo? ¿Para qué soñamos?... Pese a los avances conseguidos en la 
exploración neurocientífica, quedan muchísimos interrogantes como los anteriores 
pendientes de hallar respuestas definitivas.
Pero hay otras cuestiones más enigmáticas que ni siquiera son planteadas 
unánimemente por la comunidad científica. Teorías vanguardistas como el "cerebro 
holográfico" y disciplinas como la Parapsicología, que estudia aquellas 
facultades más ignotas de nuestro psiquismo, aún se contemplan con gran recelo 
por los neurocientíficos, que prefieren centrar sus investigaciones en averiguar 
el funcionamiento de las diferentes zonas del cerebro, descubrir la naturaleza 
de los neurotransmisores y localizar las áreas que controlan funciones como la 
inteligencia, la memoria o las emociones. Aún así, el bioquímico Francis Crick, 
descubridor de la estructura molecular del ADN, reconoce que "nuestro 
conocimiento de las distintas partes del cerebro sigue en un estado muy 
primitivo (...) Todo está por descubrir...".
Computador biólogico
Sin duda, nuestro cerebro actúa como un sofisticadísimo superordenador que, a 
través de un lento y progresivo proceso evolutivo, se ha ido perfeccionando en 
sus funciones hasta el punto de diferenciarnos cualitativamente del resto de los 
seres vivos. Esta masa de tejido gelatinoso de color gris -de unos 1.300 gramos 
de peso- contiene alrededor de 100.000 millones de células conocidas con el 
nombre de "neuronas" y que constituyen las unidades básicas del sistema 
nervioso. Estas células, conectadas entre sí a través de millones de 
ramificaciones ("dendritas" y "axones"), forman una vasta red que cumple una 
misión muy específica: procesar la información sensorial, tanto la que llega del 
mundo exterior como del propio cuerpo. En un solo segundo, estas células son 
capaces de procesar hasta 200.000 millones de bits de información. Para ello se 
valen de sus casi 100 trillones de interconexiones.
Aunque como aclara el neurólogo Santiago Ramón y Cajal Junquera -nieto del 
célebre premio Nobel de medicina-, "las neuronas no se conectan entre sí por una 
red contínua formada por sus prolongaciones, sino que lo hacen por contactos 
separados por unos estrechos espacios denominados sinapsis". Los 
neurotransmisores serían los encargados de transmitir esas señales a través de 
las conexiones sinápticas.
Pero el cerebro posee otras características fundamentales. Una de ellas es que 
está constituido por dos mitades simétricas, divididas por un profundo surco 
longitudinal, con funciones muy diferentes, aunque interrelacionadas. El 
hemisferio izquierdo rige el pensamiento lógico, verbal y analítico; el 
hemisferio derecho, por el contrario, se ocupa de la parte subjetiva, emocional 
y creativa. A su vez, los hemisferios cerebrales están divididos en cuatro 
lóbulos: frontal, relacionado con el conocimiento y la inteligencia; temporal, 
con el área auditiva; parietal, con el área sensorial; y occipital, con el área 
visual.
En su interior, el cerebro posee además dos núcleos, el tálamo y el hipotálamo, 
centros del sistema nervioso autónomo. Otras partes esenciales son: el cerebelo, 
ubicado en la parte posterior del cráneo, que rige el equilibrio y los 
movimientos musculares; y el bulbo raquídeo, del que parte la médula espinal, 
que controla la función respiratoria. El lenguaje, una facultad presente 
únicamente en el hombre, estaría controlado por una serie de centros 
distribuidos en las periferias del lóbulo temporal del córtex cerebral. En 
cuanto a la memoria, los neurocientíficos consideran que no se localiza en una 
zona concreta, sino que estaría distribuida por todo el cerebro.
Otra particularidad de nuestro cerebro es que emite una serie de ondas 
eléctricas de distinta frecuencia -producto de su actividad electroquímica-, que 
pueden ser registradas mediante el electroencefalograma (EEG). Son: las ondas 
beta (cuyo ritmo oscila entre 14 y 25 ciclos por segundo), presentes en el 
estado de vigilia, es decir, cuando nos encontramos realizando alguna actividad 
como trabajar, leer, andar, etc.; las ondas alfa (de 8 a 13 c/sg.), relacionadas 
con los estados de relajación y meditación; las ondas zeta (de 4 a 7 c/sg.), con 
los estados emocionales y creativos; y las ondas delta (de 0,5 a 3 c/sg.), 
activas durante el sueño profundo. Pero nuestro cerebro esconde otras 
sorpresas...
A mediados de los setenta se detectaron unas sustancias neurorreguladoras que 
fueron bautizadas con el nombre de endorfinas (opiáceas endógenas) y que cumplen 
un papel similar al de determinados alcaloides derivados del opio. Dicha droga 
bioquímica es liberada por el cerebro para aliviarnos un dolor o provocarnos una 
sensación placentera. Hoy es uno de los campos de investigación más importante 
de la farmacología.
Pero a pesar de todos estos conocimientos básicos que se han ido adquiriendo en 
las últimas décadas gracias a los modernos avances tecnológicos (sobre todo con 
el uso de la Tomografía por Emisión de Positrones y con la Resonancia Magnética 
Nuclear), el reputado neurobiólogo José M. Rodríguez Delgado nos advierte en su 
obra El Control de la Mente que "la anatomía y la fisiología del cerebro son 
aspectos muy importantes para conocer su estática y su dinámica, pero estos 
datos no nos revelan el misterio de las señales que circulan por las neuronas, 
ni su sistema de codificación, y mucho menos su significado". En suma, conocemos 
muy bien la organización anatómica y estructural del cerebro, pero muy poco 
sobre sus funciones (sólo un 20% según algunos especialistas).
Ente inmaterial
La dualidad mente-cerebro sigue generando un intenso debate entre filósofos, 
psicólogos y neurofisiólogos. Se nos enseña que la actividad mental es producto 
de complejos mecanismos cerebrales, pero aún no se ha logrado definir con 
exactitud qué es la mente. ¿Se trata de una entidad espiritual, el alma, como 
creían los antiguos filósofos?... Según los neurocientíficos, la mente no puede 
existir sin su soporte material que es el cerebro, sin embargo sus funciones y 
capacidades alcanzan niveles insospechados y hacen poner en duda los postulados 
mecanicistas. Ciertamente, resulta dificil pensar que conceptos como el amor, el 
sentido religioso, la imaginación, la intuición, la creatividad artística, la 
sensibilidad musical, etc. tengan un origen exclusivamente neurofisiológico.
Eso sin referirnos a cuestiones más profundas como el inconsciente colectivo, la 
consciencia transpersonal y las facultades PSI, por ejemplo. Por otra parte, los 
neurocientíficos tampoco se ponen de acuerdo en determinar si la actividad 
mental ya aparece en la vida intrauterina, si se inicia en el momento de nacer o 
si se desarrolla en etapas posteriores. Y mucho menos son capaces de explicar 
cómo surge en nuestro cerebro la consciencia del Yo ("el mayor de los milagros", 
según Karl Popper). Pero ¿y si la mente es una propiedad inteligente 
independiente del cerebro? ¿y si existe previamente a todo lo manifestado?... 
Recordemos el axioma hermético "el universo es mental" que ahora es defendido 
por muchos físicos de vanguardia interesados por el fenómeno de la consciencia. 
Y es que los nuevos paradigmas científicos están planteando asombrosas teorías 
relacionadas con la mente humana que hacen tambalear el modelo materialista del 
cerebro, como más tarde veremos.
¿Un subproducto del cerebro?
¿Cómo los procesos cerebrales pueden dar lugar a la experiencia consciente?... 
Complicado dilema se les plantea a los neurocientíficos que intentan abordar el 
problema de la consciencia, el más grande enigma de nuestra psique. El 
matemático y filósofo David J. Chalmers señala sobre ella que "nada hay que 
conozcamos de forma más directa, pero resulta dificilísimo conciliarla con el 
resto de nuestros conocimientos". Y es que a pesar de las elaboradas teorías 
reduccionistas planteadas por científicos de la talla de Christof Kock, Daniel 
Dennett o Roger Penrose -éste último incluso aplicando el modelo cuántico-, no 
es posible por ahora explicar la consciencia en sí. Y tal vez, como sostienen 
los más pesimistas, no sea posible nunca...
Comprender el mundo mental en términos del mundo físico no resulta nada sencillo 
y hasta el momento todo intento ha sido inútil para despejar nuestras dudas. Y 
es que hay una pregunta vital: ¿puede la mente humana comprenderse a sí 
misma?... Pero la cosa no acaba ahí. Determinados fenómenos anómalos hacen 
pensar que la consciencia no está limitada a las estrechas barreras del cerebro, 
lo cual deja en entredicho la visión materialista de que la consciencia no es 
más que una especie de biocomputador. La ecuación "mente = cerebro" no está, 
pues, tan clara como se nos quiere hacer creer desde hace tres siglos.
Escrito por Moises Garrido                        
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