La excelsa presencia de nuestro padre creador habita en cada uno de nuestros
corazones como la chispa divina que genera y mantiene la vida.
Esta
chispa divina es nuestra real esencia, nuestro verdadero ser sin principio ni
fin, sin edad ni tiempo, sin impurezas ni imperfecciones de ningún tipo,
de ninguna naturaleza.
Desde
nuestro cuerpo causal con sus 7 rayos, desciende la luz blanca conteniendo los
6 rayos restantes.
La
luz de la vida se precipita desde nuestra magna presencia Yo
Soy hasta la tríada conformada por el padre, el hijo y el sagrado
espíritu supremo que es simbolizado por una bella paloma blanca.
Continúa
su viaje descendiendo hasta contactar con el Cristo cósmico
universal.
Luego
de esta sagrada comunión en Cristo este canal de luz ingresa en el plano
físico tridimensional internándose en nuestro vehículo
carnal a través del centro de conciencia coronario, sigue descendiendo
hasta alcanzar el centro frontal, luego pasa por el laríngeo hasta culminar
su viaje anclándose en nuestro centro cardiaco. En él germina
la semilla luz del amor, la sabiduría y la voluntad suprema del padre
creador plantada por èl que es fue y será, el supremo Yo
Soy el que Yo Soy.
En
el centro de nuestro corazón y vibrando entre la cuarta y sexta dimensión,
la resplandeciente chispa divina de luz irradia tres bellas llamas, una de color
Rosa otra de color Dorado
y la ultima de un resplandeciente color Azul
que conforman la llama energética trina o Llama del Cristo.
La
voluntad divina y su justicia en el rayo azul subyugan la injusticia de la voluntad
del ego humano.
Trabajando
en plena actividad, la justicia y voluntad se une a la sabiduría divina
del rayo amarillo dorado, para guiar al intelecto humano hacia la creación
y no hacia la destrucción. Esta actividad divina precipita desde los
reinos superiores, quinta, sexta, séptima, octava dimensión, etc.,
todo el caudal de la sabiduría de la mente infinita, ofreciendo avances
tecnológicos, literarios, artísticos, etc., sobre toda la humanidad.
Todo
esto es guiado amorosamente por el rayo rosa del amor, priorizando la evolución
de toda manifestación de vida antes que el avance tecnológico.
El
ser en el principio de su evolución, tiene una muy pequeña conciencia
y tamaño de su llama trina. Al evolucionar, lentamente se agranda.
Una
cápsula conformada por los errores humanos envuelve a la Llama del Cristo.
Nuestra
misión en el mundo y desde la encarnación, es despertar espiritualmente,
para romper la cápsula y manifestar plenamente en la materia, el Cristo
de Dios, su divino hijo y todos sus atributos, para servir impersonalmente en
la evolución de la la humanidad.
Todo
en nuestro rededor es vida latente desde la esencia.
Desde
ese pequeño granito de arena, desde esa minúscula semilla, desde
esa pequeño insecto, podemos ver la vida en la llama energética
trina, derramando su intención de evolución a través de
la materia.
Nuestro deber es meditar en esta esencia de vida latente en todo lo que nos
circunda. Todo merece nuestro mayor respeto, atención y servicio para
que nuestros hermanitos menores (plantas, flores, árboles, animales,
minerales, etc.) puedan tener la misma oportunidad de evolucionar como lo estamos
haciendo nosotros.
Respeto a la vida en cualquiera de sus manifestaciones, amor incondicional a
la maravillosa manifestación de nuestro Padre creador, presente en todos
sus hijos, nuestros hermanos, en distintos estadíos de evolución.
¡Gloria
a Dios en las alturas a través de la paz y respeto a toda su creación!
Material
extractado del 3º Seminario de Manifestación Crística del
Círculo Metafísico Argentino dictado por la Profesora
Silvia de Orsini.